Una cuestión fundamental que tiene que aprender el que hace política y aspira a gobernar un país es, como lo expresa Martin Wolf en su libro La crisis del capitalismo democrático, “que los ciudadanos esperan que la economía le proporcione, a ellos y a sus hijos, niveles razonables de prosperidad y oportunidades. Cuando no es así, sienten frustración y resentimiento”.
Un buen gobierno debe fomentar un entorno que promueva el desarrollo económico, la creación de empleo y la prosperidad para todos. Las políticas deben ser sostenibles a largo plazo, equilibrando el crecimiento económico con la protección del medio ambiente y los recursos naturales.
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Un buen gobierno debe trabajar para mantener la estabilidad política y económica, evitando crisis que puedan afectar el bienestar de la población; y debe estar comprometido con el bienestar social y la reducción de desigualdades, promoviendo políticas que beneficien a los grupos más vulnerables.
Lo expresado viene a colación al ver lo que está ocurriendo en Venezuela.
De acuerdo con cifras del Fondo Monetario Internacional, FMI, en el período que viene de 2013 a 2023, la economía venezolana decreció en promedio anual 9.5%. Resalta el hecho que en 2019 y 2020 el decrecimiento fue de 28% y 30%, respectivamente. No hay precedentes en América Latina de caída de esa magnitud.
Se trata, sin lugar a dudas, de un verdadero colapso económico, lo que pone de manifiesto la tragedia económica que están viviendo los venezolanos.
Lo dramático del comportamiento económico de Venezuela se aprecia, además, en los siguientes datos: en 2013, la producción de bienes y servicios totalizó 259 mil millones de dólares, pero para 2023 se había reducido a 97 mil millones; lo que significa que, en cosa de diez años, el PIB se contrajo hasta un 62.5% respecto del registrado en 2013.
En 2013, el PIB per cápita de Venezuela era de 8,693 dólares, superior en 26% al de República Dominicana, que era 6,414 dólares. Sin embargo, para 2023 el PIB per cápita de Venezuela se había reducido a 3,659 dólares mientras que el de República Dominicana se había elevado a 11,187 dólares.
Adicionalmente la situación inflacionaria vivida por Venezuela ha sido dramática. En 2013, la inflación fue de 56.1% pero a partir de entonces el proceso inflacionario se agudizó llegando a 130,060% en 2018. Claramente, una hiperinflación. A partir de ese año, la inflación comenzó a moderarse, pero todavía sigue siendo extremadamente alta, pues de acuerdo con los datos del FMI, en 2023 fue de 190%.
Según los datos aportados cabe concluir que la economía de Venezuela ha experimentado una recesión prolongada con una caída dramática en el PIB, alta inflación (hiperinflación en algunos años), y un deterioro en las condiciones de vida.
Un aspecto que hay que destacar es la crítica situación de la industria petrolera venezolana, principal fuente de divisas de ese país. Según datos de la OPEP, en 2013 se extrajo un promedio diario de 2,4 millones de barriles, mientras que en 2022 la cifra promedió 716 mil. Una reducción de 70.1%.
Súmese a esto que, según Bloomberg, la deuda de Venezuela con acreedores extranjeros alcanza los US$154 mil millones, incluyendo bonos globales emitidos por el Gobierno, préstamos con organismos multilaterales y varios Estados, y juicios legales pendientes.
En ese contexto, la situación social en Venezuela se ha deteriorado al extremo. El nivel de la pobreza pasó de 32.6% (2013) a 82.8% en 2023, lo que significa que más de 8 de cada 10 venezolanos se encuentra actualmente viviendo por debajo de la línea de pobreza. Es una verdadera catástrofe social.
Este panorama ayuda a entender las razones que han llevado a alrededor de 7.7 millones de venezolanos a salir de su país. Es la evidencia mejor acabada de un modelo fracasado.
Políticamente, Venezuela es un país polarizado, situación que afecta casi todos los aspectos de la vida nacional. La lucha entre el gobierno y la oposición ha resultado en enfrentamientos constantes, retroalimentando la crisis económica.
El modelo implementado en Venezuela le ha fallado a los venezolanos y a sus hijos. Ha sido incapaz de generar prosperidad y oportunidades. El resultado electoral del domingo pasado en Venezuela parecería resumir la crónica de un modelo fracasado.