En la década de 1970, Venezuela prometía lograr lo que ningún país latinoamericano había logrado de manera estable: desarrollo económico combinado con una democracia liberal fundamentada en la competencia electoral de dos partidos políticos: Acción Democrática (AD) y el Partido Socialcristiano (Copei). La renta petrolera serviría de sustento a la diversificación económica y a los programas de redistribución de riqueza del Gobierno.
Al avanzar la década de 1980 se hizo evidente que Venezuela, a pesar de su aparente bienestar económico, no lograría esos objetivos. La renta petrolera se utilizó para ampliar el clientelismo gubernamental y apoyar el consumo.
Así las cosas, una crisis económica desmoronaría tarde o temprano el aparente boom económico y la estabilidad política venezolana.
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Para fines de la década de 1980, América Latina estaba sumida en una crisis económica, incluida Venezuela a pesar de su riqueza petrolera. Los paquetazos neoliberales estaban a la orden del día y Venezuela tuvo el suyo, generándose fuertes protestas en 1989 contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez.
De ahí en adelante, Venezuela entró en una fase de inestabilidad política. En 1992 hubo un intento de golpe de Estado que orquestó Hugo Chávez junto a otros militares. No prosperó, pero los principales partidos políticos no pudieron sortear la crisis en años subsiguientes. En diciembre de 1998 Chávez fue electo presidente y se erigió como líder mesiánico.
Durante su mandato presidencial (1999-2013), Chávez redistribuyó parte de la renta petrolera hacia sectores empobrecidos y utilizó el electoralismo plebiscitario para relegitimarse en el poder.
Sin embargo, fue perdiendo apoyo en los sectores empresariales y las capas medias que comenzaron a emigrar masivamente. La migración evidenciaba los problemas de gobernabilidad del régimen, pero también facilitaba el manejo de la crisis interna al quitar presión al sistema.
Cuando Chávez falleció el 5 de marzo del 2013 y fue reemplazado por Nicolás Maduro, el chavismo ya había estructurado una nueva base de poder político y económico con las fuerzas militares de pilar. El viejo orden de clientelismo partidario había sido desplazado.
Esa es la razón principal por la cual Maduro ha logrado mantenerse en el poder por 12 años y el chavismo pudo sortear la presión interna y externa para salir del poder después de las elecciones del pasado 27 de julio. Sin nunca presentar las actas oficiales de las elecciones, Maduro tomó posición para un tercer mandato el pasado 10 de enero.
Sin duda, es muy difícil reemplazar gobiernos autoritarios vía elecciones, aunque las elecciones puedan ser parte del repertorio de acciones para debilitarlos. Y para la oposición es siempre difícil la decisión ante una convocatoria electoral: si no participa pierde toda posibilidad, y si participa se expone a un juego sucio.
Si bien la legitimidad del Gobierno chavista queda cuestionada por no haber presentado las actas de triunfo electoral, tiene condiciones favorables para gobernar: desde el 2022 la economía ha estado creciendo, muchos venezolanos han emigrado (no protestan dentro y envían remesas), y las grandes potencias tienen desafíos mayores en el mundo.