Nadie en el Intrant puede ofenderse si los ciudadanos recibimos con escepticismo, como quien espera ver para poder creer, el anuncio de que se limitará la circulación de vehículos pesados en las vías del Gran Santo Domingo, y la razón es tan sencilla como evidente: todos los esfuerzos anteriores en ese sentido han resultado un rotundo fracaso, a pesar de ser mucho más limitadas las vías por las que se ha tratado de prohibirles circular.
En una entrevista que concedió al periódico El Día el director interino del Intrant, el coronel piloto del Ejército Randolfo Rijo explicó que esa institución ya dispone de un diagnóstico preliminar sobre las situaciones que afectan la circulación, por lo que el siguiente paso es aplicar una regulación estricta del transporte de carga en zonas de acceso restringido (ZAR).
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“Ya emitimos una resolución que limitará el tránsito de estos vehículos en los días festivos, pero vamos a ser más fuertes, vamos a emitir los permisos del tránsito dependiendo del origen y destino; recomendaremos las rutas que estos deben tomar para que afecten lo menos posible el tránsito del Distrito Nacional y el Gran Santo Domingo”.
Todo eso está muy bien, pero hay un problema: el director del Intrant no dice cuándo se empezará a aplicar mano dura a los camiones y camioneros, pues llevamos años esperando que alguna autoridad que merezca que así se le llame los obligue a respetar la ley como el resto de los ciudadanos.
Y lo mismo pasa con los motoristas, una peligrosa plaga que no para de crecer y a la que no hay autoridad que se atreva a plantarle cara ni buscarle remedio, a pesar de que el 70% de los accidentes de tránsito fatales son de motocicletas conducidas por personas que van desde los 18 a los 25 años.
Cualquiera diría que a nadie importa que se malogren tantas vidas jóvenes, pero a juzgar por lo que vemos en las calles, la forma temeraria y casi suicida en que conducen sus motores, tampoco parece importarles a las víctimas.