Para Tolentino, José Francisco Peña Gómez no exhibía perturbación por su color, pero sí por el cuestionamiento a sus orígenes haitianos.
La polémica sobre si Hugo Tolentino había viajado o no a Cuba durante el gobierno de Juan Bosch “selló nuestra separación y mi alejamiento definitivo de él”.
Fue un debate público exaltado que llenó de irritación al exrector porque lo que publicaba el lado contrario eran falsedades improbables. Hoy Hugo revela interioridades de esa polémica, sus continuas visitas al Listín Diario y la confesión que le hizo Rafael Herrera, director del periódico ante la incomodidad que le produjo a Hugo una de las publicaciones, firmada por un supuesto médico que aseguraba haberlo visto más de una vez en diferentes sitios de La Habana, cuenta.
¿Por qué ese medio le había dado tal importancia colocando esa mentira en primer plano?, preguntó Hugo. “Y Rafael Herrera me dijo que Juan Bosch había participado en eso”.
A Bosch se le atribuyó no haber permitido viajes a Cuba durante su mandato “y para contradecir esa acusación escribió una aclaración en el Listín en la que expuso que durante su gobierno yo había viajado a Cuba y que por consiguiente no era cierto el reproche que se le hacía”. Hugo respondió en el mismo diario negándolo y entonces apareció la declaración del presunto facultativo.
En esta entrega se recoge el relato de las relaciones personales y políticas que existieron entre Hugo Tolentino, Juan Bosch y Peña Gómez.
Bosch, cuenta Hugo, “sabía que yo tenía una gran biblioteca y acudía a ella a menudo. Me reveló su gran amistad con mi padre y uno de mis tíos y más de una vez me contó anécdotas que sucedieron cuando él trabajó en la Dirección General de Estadísticas siendo mi padre director general. De ahí se fue al exilio”, narra.
El expresidente se percató de que Tolentino era fanático de Bach y Mozart y como amante de la música de estos grandes maestros iba a escucharlos. “Coincidíamos en muchos aspectos de la realidad social dominicana y conversábamos en torno a temas que él luego plasmaba en sus libros, los ampliaba, yo leía y encontraba asuntos que habían sido motivo de extensas conversaciones entre él y yo”.
Muy a menudo Bosch y doña Carmen, su esposa, almorzaban en casa de Hugo, quien declara que admiraba en el expresidente su inagotable capacidad de trabajo aclarando que su amistad fue literaria, “entre dos intelectuales”.
-¿No sentía admiración por el político?-, se le pregunta.
“Debo decirte que algunas veces yo no apreciaba mucho ciertas declaraciones suyas en las que minimizaba la capacidad del pueblo dominicano para entender determinadas circunstancias”. Añade que atribuía esa actitud a una falta de fe en la aptitud política del hombre común, “tal vez porque mi formación me llevaba a pensar que muy a pesar de toda la ignorancia que por falta de instrucción pueda tener ese pueblo, existe en él un instinto de clase que le señala cuál es su verdadera conveniencia”, responde.
Esa ventaja, agrega, “puede ser mutable en el sentido de que no son pocos los ejemplos que nos da la realidad contemporánea de que la utilización del clientelismo puede modificar conductas e intereses”.
Con intensidad expresa que en términos políticos “yo coincidía con Peña Gómez más que con Juan Bosch”.
Peña y “el caramelo del poder”. Nadie puede negar, expresa Hugo, que José Francisco Peña Gómez era desde muy joven un líder político, “un hombre de muchos atractivos” en el sentido “de su vinculación con las masas” y afirma que ya desde 1965 “comenzaba a profundizar una cultura política que llegó a ser la mayor en el país, sobre todo en términos contemporáneos”.
“Era un lector compulsivo y a esto se agregaba una memoria y una capacidad de adaptar sus conocimientos a la realidad dominicana no solo para comprenderla sino para valerse de esa comprensión y crear perspectivas en sus análisis de la sociedad”, comenta.
Exalta al gran orador y organizador político “con una clara conciencia de la importancia de las relaciones internacionales para anudar apoyos y ayudas”. Habla de sus enlaces con la Internacional Socialista y destaca la admiración y el aprecio que le tenían líderes como Willie Brandt, Francois Mitterrand, Felipe González, Mario Suárez. Significa que cuando el ardoroso dirigente tomaba la palabra en cualquier reunión multinacional se le escuchaba con atención y que su vicepresidencia y su presidencia en la Asociación de la Internacional del Caribe no fueron un regalo, sino una ganancia.
Conversa animado de la profunda amistad que los unió y la actitud confidencial del líder frente a él. Refiere sus discusiones políticas por asuntos en los que no coincidían.
“Puedo expresarte que en la ocasión en que Joaquín Balaguer le ofreció dividir el poder entre ellos dos, dos años y dos años, yo me opuse por considerar que si habíamos hecho toda una campaña para denunciar el fraude, si se habían enviado delegaciones a la ONU, la OEA, la Internacional Socialista para evidenciar” esa trampa, “no era posible que nos conformáramos con el caramelo del poder”.
Muchos perredeístas no le agradecieron ni le agradecen a Hugo el planteamiento porque pensaban y piensan que Peña Gómez perdió la oportunidad de gobernar pero, opina, “ese es el pragmatismo en el que yo no creo. Para mí la política no tiene una moral propia diferente a la moral que condena el robo, la mentira, el engaño. No es cierto que al poder, para ejercerlo en beneficio de la nación se puede llegar a como dé lugar sin ningún pudor, sin poner mientes en la honestidad y en una conducta que sirva de ejemplo”.
-¿Cómo reaccionó Peña?- “De manera grandilocuente. Expresó: ‘Vamos a convocar otra reunión con Balaguer en la que plantearemos que el partido ha decidido no aceptar la propuesta y a proponer que él asumirá el poder por 18 meses”.
Al llegar en comisión donde el líder reformista Peña le comunicó que Hugo le explicaría cual había sido la posición del Partido. “Yo expresé a Balaguer que el PRD había hecho una campaña mundial denunciando el fraude y que aceptar por dos años sería negar de cierta manera el fraude por pura ambición”. Balaguer replicó que él pensaba que con esa salida “se resolvía el problema” y al cuestionar sobre qué planteaban los perredeístas y Hugo contestarle que asumiera la presidencia durante 18 meses, “el generoso de José Francisco Peña Gómez me interrumpió: ‘no, 24”. Allí, recuerda, se planteó la no reelección, el 40 por ciento en la primera vuelta para ganar la candidatura presidencial y Balaguer aceptó. Pero después cambió.
Esos hechos están muy patentes en la memoria de Hugo, tanto como los engaños y abusos de que fue víctima su amigo inseparable, sobre cuyos supuestos complejos de personalidad también conversa en estas pláticas. Para Tolentino, él no exhibía perturbación por su color, pero sí por el cuestionamiento a sus orígenes haitianos. Otro análisis del historiador es el que explica por qué el dirigente máximo del PRD no alcanzó la presidencia de la República en 1994 y en 1996.