Es posible que la afirmación irónica y despectiva que hizo Joaquín Balaguer sobre Julio Ortega Frier en sus Memorias de un cortesano de la Era de Trujillo contribuyera a sembrar la idea de que él no era intelectual ni culto a pesar de sus rectorados universitarios, su experiencia docente, las obras que publicó y las que dejó inéditas, las carreras cursadas en el país y en Estados Unidos y la espléndida biblioteca, el mayor atractivo cultural de su época. El expresidente escribió que Ortega “poseía probablemente la mejor biblioteca del país, sin duda la más selecta y rica no solo en textos jurídicos sino también literarios, especialmente libros raros sobre la República Dominicana y ediciones costosas de obras maestras tanto de la literatura británica como de la francesa y la castellana. Es probable que muchas de esas obras hayan permanecido durante años en sus anaqueles sin haber sido hojeadas jamás por su dueño”. Lo satirizó en otros aspectos de su cultura.
Presuntamente, el expresidente guardaba resentimiento contra el notable jurisconsulto desde 1937. Además, el mandatario fue supuestamente cómplice de la merma de ese acopio, según informes llegados a la familia de Ortega Frier que esta no ha confirmado.
Jaime Read Ortega, biznieto del exrector de la Universidad de Santo Domingo, hizo estos relatos y defendió la erudición de su antepasado al que considera docto y sabio y del que dijo que fue el “primer usuario” de los libros que compiló durante años con gran sacrificio desde antes de ir a estudiar a Estados Unidos donde le aguardaban los hermanos Pedro, Francisco y Max Henríquez Ureña con quienes convivió en New York.
Este descendiente, genealogista, conserva documentos e inmensidad de fotos de la familia Ortega Frier, sus fincas y residencias urbanas, ex libris y títulos. No niega el trujillismo ni el servicio que su bisabuelo ofreció a los norteamericanos durante la ocupación de 1916 pero afirma que no fue delator ni sus manos se mancharon de sangre y asegura que aprovechó su influencia durante la intervención para mejorar el nivel de la educación dominicana. Durante el trujillato enfrentó dificultades y “murió en desgracia”.
Lo que cuenta sobre el “trágico” destino de la afamada biblioteca de su ancestro, es impresionante. Declara, además, que la construcción de la Ciudad Universitaria se debe a Ortega Frier.
“Era un estudioso de la problemática nacional y sumamente culto. A diferencia de otros de su época, no tenía una escritura elegante, no era un prosista, era más bien de pensamientos e ideas para la acción. Más que un presentador de sus propias ideas fue un propulsor de la cultura”, exclamó.
Agregó que lo que leía Ortega Frier “era para interiorizarlo, no para expresarlo en obras publicadas”. “Fue un coleccionista de libros, pero fue su primer usuario en la lectura. Su vasta cultura, su pensamiento idealista, sus conocimientos los usó en aplicaciones prácticas”.
Significó que la mayoría de sus libros no se llegaron a publicar por su meticulosidad y citó entre los inéditos, “que hubiesen sido opus magnum”: Régimen jurídico de los predios rústicos en Santo Domingo (Estudio del desarrollo histórico de las instituciones de derecho real e inmobiliario en Santo Domingo), Los orígenes de la Universidad de Santo Domingo. Publicó El lugar del aprendizaje activo en la Universidad y Base para la reorganización de las facultades profesionales de la Universidad de Santo Domingo. “Este último fue de suma importancia, bajo esos fundamentos se organizó la facultad de filosofía”, acota.
-¿Por qué Balaguer cuestionó la cultura, la intelectualidad de Ortega Frier?-, se le pregunta. “La opinión de Balaguer estuvo sesgada por sus propias diferencias personales, tuvieron posiciones antagónicas después de la matanza de los haitianos. Balaguer era subsecretario y secretario interino de la cancillería y Julio Ortega Frier era secretario de justicia. Ante la aparente inefectividad administrativa de Balaguer, Trujillo lo quitó y puso a Ortega y eso creó un problema en Balaguer porque lo destituyeron para colocar a un hombre más sabio, eso constituyó para él un rechazo, lo vio como un desaire…”, contesta.
Jaime Read Ortega cita los cargos que ostentaba su bisabuelo en casi todas las compañías extranjeras radicadas en el país antes de pasar a servir a Trujillo y expresa que no fue partidario del régimen en sus orígenes aunque tampoco fue antitrujillista. No fue de los arquitectos de “la Era”, añade y manifiesta que las posiciones que aceptó fueron en calidad consultiva y honorífica. “Recibía un peso como rector pues decía que no podía cobrar por servicios prestados a la Patria”.
Cayó en desgracia cuando José Trujillo Valdez reclamó unas tierras a la Compañía Azucarera Dominicana, de la cual Ortega era abogado y en un momento en que Trujillo quería comprar la Compañía Eléctrica de Santo Domingo porque el precio que le presentó Ortega a Trujillo era muy alto y el sátrapa lo interpretó como que el jurista no quería que la adquiriera. Finalmente Trujillo le pidió que escribiera una serie de artículos sobre la industria azucarera atacando a la Compañía Azucarera Dominicana y al Central Romana y pese a que los escribió “no fueron todo lo grosero que esperaba Trujillo. Cayó en desgracia y murió a la semana”, el 12 de mayo de 1953.
“Su mayor contribución fue la construcción de la Ciudad Universitaria en 1943, el dictador lo quitó antes de la inauguración y lo mandó de embajador a Washington”.
La biblioteca. No solo eran libros sino que contenía el archivo particular de Ortega Frier, periódicos como El Dominicano, El Eco del Pueblo, La República, temas de asuntos haitianos “solo comparables con los de Peña Batlle. Ninguna fuente para el estudio de la isla como esta biblioteca”. Contaba además con óleos encargados a Abelardo de Duarte y del padre Billini.
Pero llegó un momento en que la familia no la pudo mantener y la puso en venta, sostuvo conversaciones con la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y con la Universidad de Puerto Rico porque la UASD y el gobierno, a los que la ofreció, no se interesaron. Cuando la iba a adquirir la Universidad de Puerto Rico periódicos locales editorializaron pidiendo que no dejaran salir ese acervo y la compró el gobierno dominicano, “pero nunca la pagó”, declaró Jaime. “Tenía como 16 mil volúmenes y el precio en que se vendió fue de 70 mil pesos que nunca recibimos”.
“El Estado la recibió y se alojó un tiempo en el Archivo General de la Nación donde según informes que nos llegaron comenzaron a diezmarla con la complicidad de Balaguer y de cualquiera que fuera. Después fue de las primeras colecciones con que se abrió la Biblioteca Nacional. Lo que queda está catalogado en la Biblioteca Nacional”.
“Como biznieto y como ciudadano pienso que se le ha dado un trato de irrespeto, no solo a Julio Ortega Frier sino a ese patrimonio. El Estado no lo resguardó de la forma debida”.