Saludo con mucho respeto y honra la exhibición de trabajos sobre papel del maestro dominicano Vicente Pimentel que exhibe hasta el 26 de octubre, Mildred Canahuate, galerista que siempre llevó con determinación y carácter su profesión, destacando en toda su carrera la defensa del dibujo.
Desde París, hemos conocido la vida y obra de este maestro dominicano. CUANDO…. en plena gloria internacional, tanto en Francia cómo en Estados Unidos, el maestro recibía los mejores elogios de la prensa especializada , las más altas distinciones de los concursos anuales en FRANCIA, cómo el reconocido Premio de Ivry, en República Dominicana el silencio sobre sus éxitos y reconocimientos marcaban un distanciamiento con su obra cuando no una indiferencia inexplicable.
Me acerqué del maestro y de su obra en las puertas abiertas de los talleres de los Frigo de París, edificio simbólico y representativo de la vida industrial parisina que después de haber servido de cámara fría alimenticia, convirtieron sus espacios ,en talleres para artistas con renombre, apoyados por personalidades políticas de la vida parisina como lo fue la esposa de Toubon, ex diputado , alcalde, ministro y cabeza pensante del movimiento gaullista , fiel A Jacques Chirac. Inclusive, la ex esposa del Presidente Pompidou, Claude Pompidou, fue una apasionada coleccionista de sus obras en grandes formatos de una original y personal factura de expresionismo lírico.
Vicente provocó una pasión en Francia , y dejó un misterio, un enigma en Santo Domingo. Dejó su tierra a mediados de los setenta y fue recibido como artista becado en BELLAS ARTES de Marsella y de París como un talento ya confirmado desde su tierra de origen.
La exhibición presentada por Mildred Canahuate recoge y agrupa una serie de dibujos del maestro desde una perspectiva analítica factorial, demuestran que ya antes de salir del país, el trazo negro, la línea imperfecta en su dirección, son las características de su identidad gráfica, identificada por esos nudos y enjambres de las cabelleras femeninas y de los crines de caballos.
Su obra desprende desde el origen la intensidad de un drama de una emoción silenciada, interiorizada, animándose de una dosis de efecto de belleza y sublimación en las representaciones femeninas. Este profesor de Bellas Artes, querido y admirado por sus alumnos y discípulos dejó el surco de la admiración y del respeto latente y vivo en muchos artistas de la generación que se formó en la Escuela entre el 74 y el 78.
Para muchos, que se auto definen “maestro” con un esquema inadecuado, supo asentar en ellos el arte del trazo y de la composición que abandonaron en el camino para entrar en el mercantilismo. Hemos compartido muchas conversaciones con Domingo Liz, que nos ilustró mucho sobre el carácter y la personalidad de Pimentel en Bellas Artes, testimonio guardado con mucha admiración.
Con el maestro Amable Sterling, y la maestra Rosa Tavares hemos intercambiado recuerdos y testimonios de vida y alma del artista, confirmando y analizando el carácter único y excepcional en el discurso visual de un artista dominicano, entregado totalmente y exclusivamente a su trabajo y a sus investigaciones matéricas, aferrado en llevar en su obra no la anécdota pero sí el pensamiento cósmico profundo que habita.
Creemos muy seriamente que Vicente es el primer artista del Caribe que supo hacer de su origen una esencia de la obra sin caer en ninguna complacencia folklorista, ni localista. Es un artista que busca una elevación espiritual en el discurso pictórico y gráfico, sus pigmentos vienen de las mismas huellas terrestres, de lo más profundo del ser.
En los años ochenta, París tenía una dinámica muy considerable de apuestas artísticas a través de grandes galerías que tomaron sus riesgos abriendo el espacio del mercado a artistas como Pimentel.
La galería Keller una de las más famosas del distrito de la Bastilla, lo promovió durante varios años, compitiendo en el valor del mercado con las grandes colecciones internacionales del expresionismo lírico.
Nunca supimos si ese lirismo se le imponía de la relación privilegiada y espiritual que el maestro ha mantenido siempre con la música clásica con una predilección por Beethoven y Shoppenhauer. Recordamos momentos exquisitos cuando su compañera japonesa, ultima pasión femenina de su vida, interpretaba en el mismo taller, en una plataforma edificada por el artista piezas de Debussy y Eric Satie al piano, inolvidable.