Egipto .— El imam apenas había llegado al altar de la mezquita para dar su sermón cuando comenzó un intenso tiroteo y Ebid Salem Mansour sabía exactamente lo que estaba pasando.
“Sabíamos que (extremistas) atacaban la mezquita”, dijo el sábado, un día después del atentado, al brindar un detallado relato del ataque más letal en la historia moderna de Egipto de extremistas islámicos en contra de civiles.
Al menos 305 personas murieron y más de 120 resultaron heridas durante el atentado del viernes dentro de una mezquita repleta de feligreses en la conflictiva región del norte del Sinaí, un oscuro hito en la brutal lucha de Egipto en contra de extremistas cada vez más osados.
Aviones de combate egipcios entraron el sábado en acción sobre Sinaí y atacaron varios vehículos en los que viajaban algunos de los perpetradores, según el ejército. Todos los ocupantes de los vehículos murieron. Fue imposible verificar de manera independiente la afirmación ya que en Sinaí está prácticamente prohibido el trabajo de la prensa.
Testigos que hablaron con The Associated Press en la ciudad de Ismailía, en el Canal de Suez, a donde se trasladó a algunos de los heridos, relataron horrendas escenas durante los cerca de 20 minutos que les tomó a los extremistas asesinar y mutilar a los feligreses. Contaron de personas que saltaron por ventanas, de estampidas en un pasillo que lleva a los baños, y de los gritos de niños horrorizados. Algunos contaron como apenas lograron escapar de una muerte segura, otros de familias que perdieron a todos, o a casi todos, sus miembros varones.
Mansour, un trabajador de 38 años en una cercana fábrica de sal, dijo que se instaló hace tres años en Bir al-Abd, un pequeño pueblo ubicado cerca del lugar del atentado, para escapar de la violencia y los combates que ocurren en otros sitios del norte de Sinaí. Sufrió dos heridas de bala en las piernas.
“Todos se lanzaron al piso y mantuvieron la cabeza abajo. Si la levantabas te disparaban”, dijo. “El tiroteo fue al azar y frenético desde el principio, y después fue más deliberado. Mataban a todos aquellos que no estaban seguros de que estuvieran muertos o si seguían respirando”.
Los extremistas gritaban Allahu Akbar, Dios es grande, y los niños lloraban, contó Mansour.
“Sabía que estaba herido, pero me encontraba en una situación mucho más aterradora. Estaba a segundos de una muerte segura”, comentó. Durante el tiroteo, muchos de los feligreses hicieron una última oración, añadió.
El ataque del viernes fue en contra de una mezquita frecuentada por sufíes, miembros de un movimiento místico dentro del Islam. Los extremistas islámicos, incluyendo a la rama local del grupo Estado Islámico consideran a los sufíes herejes debido a sus interpretaciones menos literales de la fe.
El presidente Abdel-Fattah el-Sissi prometió que el ataque “no resultará impune” y que Egipto perseverará en su guerra contra el terrorismo.