La fama de Víctor Canto en Estados Unidos tuvo su mayor momento de gloria cuando el expresidente Ronald Reagan implementó el sistema contributivo de 1981, del cual fue autor el petromacorisano junto a sus asociados.
“Me fui a Puerto Rico, donde se estaba haciendo una reforma fiscal a Carlos Romero Barceló y eso utilizó Jack Kemp para convencer a Reagan de la reforma fiscal que se hizo en 1981 y que fue la base para implementar el sistema contributivo. Bajaron los impuestos, recaudaron más, todo el mundo se acogió a la legalidad en vez de seguir el camino de la evasión”, significa.
En este tema se expande con el orgullo del que habla sobre un hijo, lo analiza, expone sus repercusiones en forma didáctica consciente de que no está frente a expertos de su área.
Con la aplicación de esta propuesta “la economía norteamericana creció, se extendió por 25 años y Reagan se convirtió en el mandatario más popular, hubo paz en el mundo, Estados Unidos quebró a los rusos. Se acabó Angola, cayó el Muro de Berlín, América Latina se convirtió en demócrata, se acabaron los gobiernos militares, hubo menos Nicaragua, todo se reflejó en una ganancia para el mundo”, expresa feliz y realizado, satisfecho del respeto universal que a su juicio mereció este cambio.
Igual acogida y aceptación tuvieron sus proyectos de reformas al impuesto a la propiedad. “No te podían cobrar más del uno por ciento del precio de compra. Era una protección al dueño de casa en contra de los excesos gubernamentales”, comenta.
“La filosofía nuestra es reducir los obstáculos, para que la gente florezca y produzca. Cuando miras tu cheque y ves que te han quitado más de la mitad te preguntas: ¿Para qué trabajar, para qué tantos sacrificios, merece la pena matarse tanto?”, agrega.
Comenta que la ley de herencia o impuesto sucesoral hay que eliminarla, porque “yo trabajo y me gano mi dinero, en consecuencia, estoy en libertad de gastarlo como me dé la gana. Sin embargo, si se lo dejo a mis hijos y les quitan la mitad, eso es inmoral”, manifiesta.
Canto, exentrenador de reconocidos equipos de softbol, es asesor, además, del fondo de inversiones… “Tengo clientes que manejan 300 y 400 millones de dólares en Wall Stret”.
Separado de su socio Arthur Lafta, con quien trabajó durante 25 años, continúa en La Jolla, investiga, escribe libros, ofrece conferencias. Considera que su labor más trascendente ha sido “la que le dio la fundación teórica a la política económica de Reagan… Le llamábamos Reaganomics”.
Posteriormente preparó un proyecto sobre “ganancia de plusvalía y capital que consistía en reducir a un 15 por ciento el impuesto” por ese concepto. “Pasó en California pero un senador demócrata quiso ponerle su nombre y el “chief of staff” de la Casa Blanca” lo rechazó. Otro obstáculo fue un mal cálculo en el número de votos de republicanos y demócratas. “A veces el ego entre las personas” prevalece por sobre el bienestar general, sostiene. “Bush no salió electo y el proyecto se cayó”.
“Conservador a mucha honra”. Víctor Canto, uno de los impulsores de la candidatura del senador Robert Dole para presidente, se expresa con entusiasmo y satisfacción por la familia que ha creado. Sus hijas están graduadas con honores y se destacan fuera de sus profesiones en habilidades y hobbies. Está casado con Ana Rosa Ponce, madre de sus hijas Vianca, socióloga; Verónica, socióloga y antropóloga, y Victoria, ingeniera civil con maestría en finanzas.
Retoma su exitosa carrera de asesor político y económico y cuenta: “Mi última gran asesoría fue a Jerry Brown, actual gobernador de California, que perdió de Clinton. Su programa económico era un valor único proporcional al ingreso”. Trabajó para él y “el único problema fue que él era demócrata-liberal y nosotros conservadores-republicanos. A él le avergonzaba decir” cuál era la tendencia de sus asesores “y a nosotros nos daba vergüenza estar asesorando a un liberal demócrata”.
El político no se acercó a los profesionales, buscó un intermediario que realizaba mil maniobras para recibir las recomendaciones de Canto y su gente y hacer llegar las observaciones del distinguido cliente sin que nadie los viese juntos. Un influyente periodista tuvo sospechas de la relación e interrogó a Víctor “y yo tratando de decirle que no sin hablar mentira”, narra sonriente.
No reniega de su preferencia política, al contrario, se declara orgulloso de ser ultraconservador.
Víctor, quien ahora reside en San Diego, California, ha publicado solo, o con otros autores, libros sobre la política fiscal de Reagan, las monedas de los países latinoamericanos, los efectos de las restricciones al comercio internacional, entre otros asuntos.
Añora volver a su tierra, pasear por el malecón de San Pedro de Macorís, sentarse en la galería de su casa de infancia y saludar a los vecinos y amigos que pasan pero reconoce que es imposible debido a la delincuencia. Recuerda que en el entierro de su madre, el sacerdote Milton Ruiz la despidió contando su costumbre de sentarse en una mecedora del balcón a conversar con los transeúntes. Víctor considera que ahora eso es prácticamente un peligro.
Otro deseo ha sido asesorar a los gobernantes nacionales para que “la gente progrese y esté bien, pero nadie es profeta en su tierra”. Empero, debido a la amistad que le unió a don Antonio Guzmán, cuando Hipólito Mejía fue Presidente “vine, le di opiniones profesionales como a cualquier otro y me fui”.
Se ha quedado a residir en Estados Unidos donde “hay más oportunidad, más libertad. Norteamérica te ofrece la oportunidad de demostrar lo que eres”.
Mientras tanto sigue viajando a la Sultana del Este a montar a caballo en la finca donde él y sus hermanas Rosa Celia, Victoria y Olga María son colonos y ganaderos y a reunirse con sus amigos Josecito Hazim y Jesús Musa a comer cangrejos.