Las nefastas consecuencias de la covid-19 han llegado a herir el alma misma del pueblo por el enorme dolor que han significado los 942 muertos, los 50 mil 113 infectados y las peripecias que tienen que pasar los que han requerido hacerse pruebas y los que se encuentran en diferentes condiciones de confinamiento.
La última de esas víctimas ha sido Vitico: honra del arte nacional y luchador incansable de la causa de la libertad y la justicia.
Nos conocimos en la militancia revolucionaria dentro de los CORECATO. Estrechamos las relaciones en mi paso por el movimiento estudiantil en la Universidad Autónoma de Santo Domingo en donde participé en 2 campañas, en las cuales siempre contamos con el apoyo artístico de primera línea que representaban Sonia Silvestre y Víctor Víctor.
Ambos consagrados militantes de las transformaciones que requería la República Dominicana y por la cual hicieron grandes sacrificios, incluyendo aspectos de su éxito profesional como artistas. También ya habían sido protagonistas de los emblemáticos “7 días con el pueblo”.
En el segundo semestre de 1984 y durante el primero de 1985 nos embarcamos en constituir el Comité Nacional para el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, el cual culminó con 3 días de Festival en las inmediaciones del Centro Olímpico y en el marco del mismo Vitico y José Antonio escribieron y lograron concretar la hermosa canción Amantes de la paz, la cual se constituyó en un himno nacional e internacional.
Inmediatamente después hizo una contribución valiosa al PLD de Juan Bosch con la canción La Estrella y fue fundamental para la producción del himno de ese partido.
Vitico fue un alma tan libre que en las discusiones políticas e ideológicas, generalmente se proclamaba como bakuninista, en honor al líder anarquista ruso Mijail Bakunin…En realidad nunca fue anarquista, pero si fue un gran amante de la libertad, de la autonomía cultural y por tanto siempre vivió alejado de los dogmas y muy cercano a las ideas autóctonas, a la creatividad y la búsqueda incesante de las innovaciones, lo cual es muy perceptible en su dilatada carrera artística.
En el 1996 le correspondió presidir, en el marco del primer gobierno del Dr. Leonel Fernández, el Consejo Presidencial de Cultura, el cual tuvo su asiento en el antiguo Conservatorio Nacional de Música, y en sus salones organizamos en agosto de 1998, desde la Comisión de Reforma del Estado el seminario Los Procesos Constituyentes en América Latina, en el que el entonces candidato presidencial venezolano Hugo Chávez Frías presentó sus ideas sobre el Poder Constituyente en Venezuela.
Como amigo y compañero fue insuperable: solidario, leal, diáfano y de una amenidad inconmensurable.
Su dimensión como compositor e intérprete está siendo reflejada por los diferentes medios y por las más diversas manifestaciones del pueblo dominicano, el cual lo siente como un hijo auténtico de sus más profundas raíces. Nunca soltó el Cibao, a pesar de tanto tiempo en Santo Domingo.
Desde el Festival de la Juventud a él y a José Antonio les decía “artista”. Cuando nos encontrábamos de improviso en cualquier lugar él se adelantaba y me voceaba “aitita”. Así vivió Víctor Víctor, una vida sencilla, auténtica, profunda y productiva y de una invaluable hermosura humana y cultural.