Juramentándose como primer gobernante de izquierda en Colombia, Gustavo Petro pidió a los combatientes dejar las armas y se comprometió con la paz en esa gran república que ha vivido en guerra contra sí misma la mayor parte de sus dos siglos de existencia.
La violencia colombiana tiene como imagen el magnicidio del líder liberal disidente Eliécer Gaitán ocurrido el 9 de abril de 1948 mientras se reunía en Bogotá la Unión Panamericana para crear la Organización de Estados Americanos (OEA). Las masas populares idolatraban a ese tribuno del pueblo y percibiendo que con su muerte desaparecía cualquier posibilidad de acceder al poder, incendiaron Bogotá. La ciudad fue hecha cenizas con el histórico “Bogotazo” del cual Balaguer, embajador dominicano en Colombia, fue testigo junto a los poetas Héctor Inchaustegui Cabral y Tomás Hernández Franco.
Don Héctor me señaló que Hernández Franco, que era un experto tirador, actuando a contracorriente tomó un fusil y eliminó a un sacerdote conservador que disparaba contra la multitud desde el campanario de una iglesia. Los insurrectos pasearon en hombros por una cuadra a ese insólito aliado gritando “viva el mono” , tal como llaman en Colombia a los rubios, o de cabellos claros.
Balaguer, según don Héctor, caminó a pie en medio del caos hasta su residencia en Bogotá quizás sintiéndose que estaba “untao” y que las balas no le harían daño, tal como se refirió a su cercano pariente Ulises Heureaux, primo hermano de su madre doña Celia Ricardo Heureaux, que era tan opresor como valiente, llegando a la temeridad.
Peña Gómez, estudioso de la historia, quizás se percibiese a sí mismo como el Gaitán dominicano, pero que a él no podrían eliminarlo físicamente para impedirle llegar a la Presidencia. En la campaña del 1994 Peña Gómez, el ultimo político dominicano que escribía sus propios discursos, hizo un pronunciamiento que pudo ser considerado como un exabrupto políticamente incorrecto fruto de una improvisación. Esa consideración no se basaba en la verdad pues leyó lo que él había escrito y lo pronunció con su voz atronadora: “Si a mí me pasa algo, el país se prenderá en fuego por los cuatros costados”. De esa forma le estaba enviando un mensaje directo a Balaguer, advirtiéndole que el Bogotazo de 1948 se repetiría aquí si los llamados incontrolables de los 12 años volvían por sus fueros y atentaban contra su vida.
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Por suerte eso no ocurrió. Aun antes del sacrificio de Gaitán la violencia era persistente en Colombia. Ya en el siglo XIX, el 17 de octubre de 1899 se inició la llamada “Guerra de los mil días” terminada el 21 de noviembre de 1902, con una duración de 1130 días, que fue la más devastadora de las 10 guerras civiles del siglo XIX. Los liberales perdieron y se hicieron guerrilleros.
La guerra era total. García Márquez cuenta que un dentista liberal pueblerino usaba su consultorio para vengarse del represivo alcalde conservador aplicándole inmisericordemente la fresadora dental en las caries, sin pausas.
Las confrontaciones entre liberales y conservadores propiciaron que el general Gustavo Rojas Pinilla diera un “Golpe de Opinión” y asumiera el poder como único gobernante militar de Colombia durante el siglo XX. GURROPI, como era llamado, creó una “Tercera Fuerza” y se hizo popular con medidas populistas. Se reportó que “el General lograba, incluso, arrodillar a sus seguidores en las plazas públicas para jurarle fidelidad”. Los liberales y los conservadores se unieron para derrocarlo con la “conspiración de los clubes” y se refugió en República Dominicana. Hans Wiesse Delgado relató que Rojas Pinilla acudió donde Trujillo para implorarle que le comprara su residencia en Bogotá pues estaba escaso de recursos y que el Gobierno de Colombia solo aceptaría esa operación si el comprador era Trujillo. El tirano accedió, pero le espetó: “ ¡Cómo es posible que usted fuera dictador y no tenga dinero!”.
Petro recibe una nación que retiene en su disco duro cerebral los traumas de la violencia. En un solo año, entre 1989 y 1990 fueron asesinados cuatro candidatos a la presidencia de la República: Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro, Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo. Entre 1925 y 2018 se firmaron 22 acuerdos de paz, pero la violencia armada persiste. Ese es el principal reto de Petro y él lo asumió diciendo: “Tenemos que terminar con seis décadas de violencia y conflicto armado, con los dos siglos de la guerra eterna y perpetua de Colombia”.