Preciso tiempo necesito ese tiempo
que otros dejan abandonado
porque les sobra o ya no saben
que hacer con él
tiempo
en blanco
en rojo
en verde
hasta en castaño oscuro
no me importa el color
cándido tiempo
que yo no puedo abrir
y cerrar
como una puerta
tiempo para mirar un árbol un farol
para andar por el filo del descanso
para pensar qué bien hoy es invierno
para morir un poco
y nacer enseguida
y para darme cuenta
y para darme cuerda
preciso tiempo el necesario para
chapotear unas horas en la vida
y para investigar por qué estoy triste
y acostumbrarme a mi esqueleto antiguo
tiempo para esconderme
en el canto de un gallo
y para reaparecer
en un relincho
y para estar al día
para estar a la noche
tiempo sin recato y sin reloj
vale decir preciso
o sea necesito
digamos me hace falta
tiempo sin tiempo. Mario Benedetti
Nací un 8 de septiembre de 1955, hace justo 64 años, bajo el signo de Virgo y en el año de la Oveja, que ahora le llaman Carnero. El mismo día que nació mi hermano Ping Jan, pero cuatro años antes. Tengo la dicha de haber nacido en el mes de gente muy querida. Mi amiga Amelia nació el 14 y mi cuñado Julio y mi otra amiga Nereyda nacieron el 7.
Me han dicho mil veces que una mujer que anuncia a los cuatro vientos su edad no le tiene miedo a nada. ¿Por qué está prohibido decir la edad? ¿Por qué no gritar a los cuatro vientos todas las experiencias acumuladas? Estoy convencida que la posición de que las mujeres deben mentir sobre la acumulación de sus días, es producto de la visión de la sociedad occidental, en la que el mito de la juventud condiciona a todo el mundo, y envejecer se convierte en un problema existencial; olvidando. El mérito, como dicen los chinos, no es haber nacido, sino haber vivido, y para eso se necesita cumplir años. Por eso no me importa gritar, gritar, gritar a los cuatro vientos que he vivido, que sobrepasé las seis décadas de existencia.
Lo he dicho ya. Prefiero la visión oriental que venera a los viejos, a esos hombres y mujeres que han vivido, que han superado todos los obstáculos, que han acumulado arrugas y manchas producto de los días de trabajo, de las luchas cotidianas por hacer de sus vidas algo útil, ellos, sin duda alguna, tienen el derecho de ser amados y respetados. En el largo trayecto de esfuerzos cotidianos han visto esfumarse la juventud, han comprobado que sus ímpetus han disminuido hasta desaparecer y muchos sueños se esfumaron pues la realidad se impuso.
No confundamos. Soy una fiel creyente en la fuerza transformadora de la juventud. Los jóvenes que luchan por sus ideales, que construyen a fuerza de trabajo y sacrificio su futuro, que piensan en los otros, más allá de sus propias metas personales y egoístas. Por esta razón soy y seré maestra, porque confío en ellos como hacedores del mañana.
Algunos amigos me han recriminado y me han dicho una y otra vez que “me he echado a vieja”. ¿Será verdad? No lo creo. Pienso que hacer conciencia del momento en que vives es crucial para vivir tu propia realidad. Imposible que a mis años pretenda ser una jovencita sin experiencia. No puedo negar que tras de mí tengo tres nietos maravillosos que me dicen “Abuela”, “Abuela Mu” y “Lela”. Entre ellos y yo media una generación. Hoy los hijos son adultos jóvenes, que tienen más años que cuando me casé con sus padres. Sus dramas ahora fueron los míos cuando tenía sus edades.
Cuando tenía 30 años me sentía invencible con ganas de atravesar y atrapar el mundo desconocido. Llena de ilusiones, sueños y esperanzas. Pensaba que nada ni nadie me detendría. Los obstáculos eran solo problemas temporales. Creía que todo, absolutamente todo, se resolvería a fuerza de voluntad. Confiaba en todo el mundo. Estaba convencida de la bondad humana, pensaba que la maldad no existía.
Con el paso del tiempo, aprendí que en el camino encontrarás gente que te ama, que te ayuda y que te apoya en tus proyectos. En tu trayecto existencial habrá gente que te coloca piedras para que caigas, y, guiada por la envidia o el egoísmo, utiliza tu figura como objeto de críticas injustas. Y, así, transitando sola a veces, acompañada otras tantas, y en cada situación que se te presente tomas las decisiones que consideres adecuadas. Así, forjas tu destino y construyes tu futuro. Como dice el poeta de la salsa Rubén Blades:
Nadie escoge a su familia o a su raza cuando nace; / ni el ser rico, pobre, bueno, malo, valiente o cobarde. / Nacemos de una decisión donde no fuimos consultados. / y nadie puede prometernos, resultados. / Cuando nacemos no sabemos, ni siquiera nuestro nombre / ni cual será nuestro sendero, ni lo que el futuro esconde. / Entre el bautizo y el entierro, cada cual hace un camino. / y con sus decisiones, un destino. / Somos una baraja más de un juego que otro ha comenzado, / y cada cual apostará según la mano que ha heredado. / La vida es una puerta donde no te cobran por la entrada, / y el alma es el piquete que al vivir te rascan cuando pagas. (Rubén Blades)
A mis 64 años el futuro es aquí y ahora. Ya corrí mucho y hasta estoy cansada de todas mis andanzas, mis coyunturas se resienten de tantas corridas apresuradas. Tengo el derecho de sentarme a mirar el pasado y sentirme tranquila. Sin rencores, temores ni remordimientos. Soy una mujer madura en la postrimería de su vida, que todavía tiene sueños, que todavía quiere hacer cosas y seguir investigando, leyendo poesías, teorías y novelas para escribir, que es su gran pasión.
Lo importante es hacer conciencia de que, haciendo conciencia de la etapa de tu vida, sin perder la alegría, la esperanza, la búsqueda del saber y la ingenuidad para soñar. Cumplir años es un regalo. Haber superado todas las dificultades es ya un premio, un mérito por haber vivido. Y yo soy feliz por haber cumplido 64 años. Me gané el derecho y el privilegio del respeto porque ya soy una mujer mayor.