Visión narrativa de Jalil Gibrán

Visión narrativa de Jalil Gibrán

Jalil Gibrán

Para referirse a la visión narrativa de Jalil Gibrán es conveniente conocer la trayectoria personal de este autor, los apuros en los que vivió y sus andanzas a partir de que abandonara su país natal. Nació en una choza humilde, en Bechare, Líbano, en diciembre de 1883. Falleció el 10 de abril de 1931, en Nueva York.

Por tradición familiar fue llamado Gibrán Jalil Gibrán, reducido posteriormente a Jalil Gibrán.

Gibrán emigró a América debido a los conflictos que afectaron su país, el Líbano, y huyendo del imperio turco otomano, como ocurrió con los libaneses que se establecieron en República Dominicana y otros países de Latinoamérica, a principio del siglo XX. El poeta árabe, en cambio, se estableció en Estados Unidos (Boston y Nueva York), además de andar por París.

Los críticos han considerado su libro “El Profeta” como su obra más significativa. Por fortuna para mí, esta obra entra en el campo de la narrativa, por lo que le pondré especial atención, y haré énfasis en ella, al igual que en el libro “El Vagabundo”. El primer texto puede ser considerado una obra de sabiduría, sin importar que los hechos que narra aborden cuestiones del vivir cotidiano. De esas cotidianidades de sus personajes, parte el autor para hacer de “El Profeta” un magnífico ejemplo de literatura de ilustración moral. Por vía de su personaje Almustafá expone Gibrán sus ideas sobre los temas ordinarios de la vida en sociedad.

La narrativa de Gibrán incluye la línea moralizante sin que abjure de la creación artística, como tiene que ser la obra literaria, cuyo fin principal es provocar el disfrute estético. Sus obras parten de temas como el amor, la justicia, la libertad, las leyes, el tiempo, el bien y el mal, el placer, la belleza, la religión, la muerte, pero tratados desde la óptica creativa.

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Me permito leerles los párrafos iniciales de este magnífico libro. Dice: “Almustafá, el elegido, el bienamado, aurora de su propio día, había aguardado durante doce años en la ciudad de Orfalís el regreso del barco que debía devolverle a la isla que lo vio nacer. Y en el duodécimo año, el séptimo día de Ailul, mes de las cosechas, subió a la colina que se alzaba junto a los muros de la ciudad, y miró el mar: y divisó su barco surgiendo entre la bruma. Se abrieron entonces de par en par las puertas de su corazón y dejó volar su júbilo sobre el mar a lo lejos. Y cerrando los ojos meditó en el de su alma”.

En cuanto a “El Vagabundo”, puedo decir que consta de cincuenta y dos relatos breves, los cuales refieren historias sobre hombres simples, ermitaños, profetas o reyes, animales, ángeles, y también actúan como personajes elementos abstractos usados como alegoría, tal el caso de la alegría, la tristeza, la sabiduría, la estupidez, la verdad y la simulación.

Los cuentos de “El Vagabundo” tienen fuerza de parábola, al estilo del maestro de Galilea y representan profundas reflexiones sobre la vida. Pese a su sencillez argumental y de estilo, “El Vagabundo” es un libro sapiencial, en el contenido, y alberga una forma que invita a la lectura por placer. De esta obra emana un gran sentido espiritual, además de que evidencia afinado gusto por lo bello y un apreciable amor por la naturaleza. Como “El Profeta”, este pequeño libro también recoge una visión moral del mundo.

Las fabulaciones contenidas en la narrativa de Gibrán remiten a una alegoría de su propia vida, pues la condición de emigrante le da a nuestro autor un poco ese carácter de vagabundo, y el vagabundo es alguien que yerra por el mundo. La obra de Gibrán revela que no en vano estuvo ligado a la fe religiosa (musulmán y cristiano), y en sus escritos se aprecia la herencia cristiana en la mejor manifestación de esa doctrina: procurar lo justo y lo equilibrado, propugnar por el triunfo del bien y creencia en el Creador. No falta en la obra de Gibrán la fe en Dios como vía para el alcance de la felicidad.

A través de su narrativa, el autor libanés se expresa a sí mismo, expone sus ideas sobre la vida, el amor y todos esos entes que rodean la existencia, incluido el dinero el miedo, la fe. Como si evocara la figura de Jesucristo, el profeta habla a discípulos y recuerda al Maestro de Galilea cuando enseñaba a los suyos. La verdadera religión de Gibrán se basa en la rectitud de conciencia, el respeto y el amor verdadero. Para Gibrán: “El Amor es el amo y señor de todos nosotros que no somos más que siervos obedientes hasta el punto de que el que desobedece la llamada del amor desobedece a Dios”.

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