Vive en el presente o vive para el presente

Vive en el presente o vive para el presente

José Miguel Gómez

La agonía no es nueva, pero las razones existenciales han cambiado. El sustento de vida hace algunas décadas lo gobernaba lo intangible: el honor, la dignidad, los valores, la referencia, la identidad, el amor, el compromiso, la responsabilidad, la voluntad y el perdón. Pero el presente nos lo gobierna lo tangible: el dinero, el confort, el consumo, el narcisismo, el estatus, la vanidad y el éxito como sinónimo de triunfo existencial. La cultura y la tecnología cambian de forma tan acelerada que las personas van cambiando sus hábitos, sus costumbres y su modelo de vida, sin darse cuenta del comportamiento social y de relativismo de sus propios valores. Hoy se habla de la cultura de la prisa, de las relaciones desechables, del “nada es para siempre” del “vive hoy que la vida es corta” etc. Estos nuevos sistemas de creencias distorsionadas y limitantes han influenciado en la necesidad enfermiza de un ser humano más vanidoso, egocentrista, personalista, individualista y narcisista. Es decir, un ser humano que vive para el presente, para saciar el ego, o auto-gratificarse; dejando al descubierto la ausencia de compromiso social, de conciencia colectiva, de altruismo y de solidaridad. Esos nuevos comportamientos empujan a la conducta deshumanizada, al trabajo sin ética, a la pérdida del miedo y de la vergüenza. El vivir para el presente, también, representa la negación de invertir para el futuro y la negación del pasado. Poco le importa a ese ser humano el problema de la contaminación, de la ganancia desmedida, del mundo financiero, de la violencia social, de las muertes maternas e infantiles. El que vive para el presente solo les mueve su placer, su beneficio personal, su gula, su inmediatez y auto-gratificación; aunque es quien más se angustia por la muerte y por dejar de existir a través de la visibilidad del éxito y de la felicidad construida; sigue siendo un ser sin vida propia. El carácter y las emociones del que vive para el presente es frágil, vulnerable y de tendencia a las crisis: un día sin internet les da pánico, se angustia si no tiene cable, si no entra al Facebook o chat, se deprime por cualquier frustración, y si no se siente validado o reconocido, o si le acosan o le confrontan. Sin embargo, es literalmente diferente cuando se asume vivir en el presente: ser consciente de su existencia, asumir de forma responsable y crítica lo que acontece a su alrededor, se vive con equilibrio, equidad y eficacia, pero también, se asume y se proyecta hacia el futuro, se ahorra, se administra para armonizar lo interior con lo exterior, se valida más una existencia sin entrar de forma irresponsable e inmadura en sintonizar con la influencia de la sociedad globalizada, despersonalizada, sin identidad y sin altruismo social. Se asume el presente sin olvidar el pasado, pero, recordar que un exceso del pasado representa depresión y un exceso de futuro crea angustias y pánico. Es tratar de fluir en la vida, sin miedo a las crisis, ni a las frustraciones; aprendiendo la virtud del fracaso y la oportunidades que generan las crisis. El presente hay que asumirlo, planificarlo, gerenciarlo de forma armonizada sin dejarse atrapar de la gula y el consumismo.
Delai Lama dice: “solo existen dos días en el año en lo que no se puede hacer nada, uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer y principalmente vivir”. La clave es vivir en el presente, sin ser esclavos de él, ni crear ataduras ni adicción a las conductas, hábitos, ni consumos que nos hacen víctimas de comportamientos adictivos. Hay que aprender con inteligencia emocional y social a confrontar la vida existencial de forma sabia y responsable. Sin perder los propósitos de la vida, del sentido de utilidad y de transcendencia, basado en la compasión, el altruismo, los vínculos, apegos sanos, sentidos de pertenencia, afectividad y valores perdurables. La trampa social es, despersonalizarse y auto-engañarse a través de vivir para el presente, sin saber cómo terminar en la vida, cómo quiero que me recuerden o quienes van a ser los compañeros de viajes. No se arruine su historia personal ni social viviendo para el presente.

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