Vivieron tranquilos

Vivieron tranquilos

Inmediatamente llegó la guagua, León Estévez, el hermano del marido de Angelita, ordenó que bajara a Pedro Livio Cedeño. Bajó, lo agarró por un brazo y lo condujo muy de pronto donde lo aguardaban Ramfis, el otro León Estévez, marido de Angelita y Sánchez Rubirosa (…). Después, del mismo modo que fue a buscar a Livio Cedeño, siguió buscando a los demás llevándolos uno por uno y así también los iban matando de la misma forma…”
“El asunto fue bastante rápido” continúa Américo Dante Minervino, comandante de La Victoria, declarando al Juez de Instrucción de Jurisdicción Nacional, relatando el crimen cometido con júbilo y convicción, en la Hacienda María, el 18 de noviembre del año 1961.
“Cuando sacaban a los héroes para matarlos llegó una guagüita, con dos oficiales de la Aviación a quien no conozco pero que Jorge Moreno y Dislasi lo conocen porque ellos hablaron, o mejor dicho llamaron a esos oficiales por los nombres de Careto y Collado. Jorge Moreno y Disla dieron órdenes a esos oficiales para que se llevaran los cadáveres, de manera que ellos son los que saben que hicieron con ellos…(Emilio Rodríguez Demorizi- editor Bernardo Vega; EL Crimen de Hacienda María-Museo Memorial de la Resistencia Federación de Fundaciones Patrióticas)
El esbirro confiesa como, para cumplir con el plan diseñado por Jorge Moreno, además de enviar al Palacio de Justicia de Ciudad Nueva a Pedro Livio Cedeño, Salvador Estrella Sadhalá, Huáscar Tejeda Pimentel, Luis Manuel Cáceres Michel, Roberto Pastoriza y Modesto Díaz, sobrevivientes de la conjura y del atentado contra el tirano, perpetrado el 30 de mayo del 1961, mató a tres rasos de la PN, para cumplir con la farsa de la fuga de los presos solicitados. Alegó que tuvo que matar a los tres señalados porque el coronel lo amenazó con quemar a su familia si no cumplía la orden (a pesar de imputaciones sucesivas la familia de Jorge Moreno ha negado su participación en los hechos).
La violencia ha marcado la historia criolla. Las personas que ahora, alarmadas, pretenden, con ínfulas de descubridores y vengadores cívicos, mencionar olas de violencia, brotes, como si de epidemia se tratara, yerran por desconocimiento y oportunismo. El padre de la Patria Nueva, inauguró la satrapía con el asesinato de Virgilio Martínez Reyna y su esposa, embarazada, Altagracia Almánzar. Es el cortesano que escribe en sus Memorias que “aquel acto de brutalidad increíble -acto inicuo dice- inicia el terrorismo político de la Era de Trujillo” (página 105, Memorias de un Cortesano en la Era de Trujillo. Joaquín Balaguer).
Desde Hacienda María, Ramfis, luego de la macabra hazaña, tranquilo, salió del país para nunca más regresar. En el 1962 el Procurador General de la República, designado por el Consejo de Estado, Antonio García Vásquez, inició el proceso para la extradición de Ramfis Trujillo Martínez y sus cómplices.
El 4 de febrero de 1965, la Primera Cámara Penal condenó en contumacia, a 30 años de trabajos públicos, acusados de ser los autores materiales del crimen de Hacienda María, a Rafael L. Trujillo Martínez, Gilberto Sánchez Rubirosa y Luis José León Estévez (Pechito). Como cómplices, fueron condenados Alfonso León Estévez, Fernando A. Sánchez (Tunti) y Federico Cabral Noboa. Américo Dante Minervino también fue condenado por el asesinato de los tres rasos de la Policía Nacional, cometido el 18 de noviembre de 1961. Ninguno cumplió la condena impuesta, contra ninguno hubo alguna vez repudio. Los hermanos León Estévez se pavoneaban por las calles, clubes, iglesias, tertulias de la capital. No hubo gritos en su contra ni escupitajos. Piadoso, “Pechito” oraba con los feligreses de la Parroquia Arroyo Hondo. Se suicidó en mayo del 2010, su hermano Alfonso, luego de la quiebra de su financiera hizo lo mismo en el 1988. Hoy se cumplen 58 años de aquella atrocidad impune. La indiferencia reduce cada año el obituario y la asistencia a los actos conmemorativos. Y aunque muchos pretenden que no hay lugar para el reclamo, sería culpable el olvido.

Más leídas