A juzgar por los hechos, podría afirmarse que la educación ética ha involucionado en la sociedad dominicana. La falta de principios y valores éticos en el quehacer cotidiano de muchos políticos, empresarios, profesionales, periodistas, comunicadores sociales, servidores públicos, sindicalistas, religiosos, educadores, jueces y marketeros, son evidencias de que en República Dominicana poco importa vivir al margen de la ética. Vivir sin ética es lo mismo que vivir sin moral y sin un referente sano y útil de la vida. La educación ética proporciona competencias blandas a los ciudadanos para que gestionen con responsabilidad sus derechos y deberes. En las sociedades que se fomenta la educación ética como estrategia transversal para garantizar la convivencia sana y responsable entre sus ciudadanos, se reducen las posibilidades de que la impunidad, la corrupción, la violación a las leyes y la agresión continua a la institucionalidad se asuman como prácticas aparentemente normales. Vivir sin ética afecta todas las actividades humanas. (Política, empresarial, profesional, artística, deportiva, religiosa, científica, etc.). Vivir con ética significa hacer lo correcto en cualquier momento, lugar y circunstancia. Además, tiene como esencia las acciones humanas vinculadas con el bien, la virtud, el deber, la felicidad y la vida sana y responsable.
Pensar, decidir, actuar y hablar al margen de los principios y valores éticos, es la vía más corta y segura para transformar las sociedades en tierra de “sálvese quien pueda”. Cuando en una sociedad sus integrantes y líderes creen y practican los principios y valores éticos, el ejercicio de la política, la gestión empresarial, la convivencia social, el rol de los medios de comunicación y la actuación de los que hacen, administran y aplican las leyes, siempre estarán enfocados en crear y mantener las condiciones requeridas para establecer un clima de convivencia social sostenible y contributivo.