En el liderazgo social se dice: “la suerte favorece a las mentes conectadas”. Como una forma de explicar que solo aquellos que están concentrados, disciplinados y enfocados hacia una tarea logran el éxito. Pero cuando la persona viene de la adversidad, de la exclusión, de la marginalidad, de la pobreza estructural y del abandono de la escuela, el sobrevivir se le hace más difícil. Aun más, cuando la cultura valora al exceso de la extroversión, la notoriedad y la visibilidad del que da de qué hablar. Valoro y admiro la originalidad, la identidad y el talento de Vladimir Guerrero; personalmente no le conozco, le he visto jugar, hablar para los medios y exponer su forma y estilo de vida rural, sus hábitos, su timidez, sus valores y su forma de expresar en lo que cree, lo que desea y lo que le refuerza la vida. Guerrero ha logrado la inmortalidad en el béisbol, fue electo al Salón de la Fama del Béisbol de Cooperstown. Todos los dominicanos celebramos el éxito, y nos sentimos orgullosos de este pelotero del sur, de una comunidad excluida de Baní. Vladimir nació y se crió en la desigualdad, en la adversidad de las limitaciones a las que expone la pobreza estructural: bajo ingreso, desempleo, abandono escolar, insalubridad, desnutrición, desesperanza, pobreza cultural y espiritual. De esas condiciones desfavorables, con una dinámica familiar de presencia monoparental, con abandono de la figura paterna biológico; asumiendo el padrastro la figura paterna: cuadro visible y fortalecido en la pobreza y la marginalidad social. Vladimir desde su infancia y adolescencia centró sus habilidades y destrezas en el béisbol, allí se refugia, padece, se entretiene, se distrae del contexto, de las actitudes emocionales negativas que dañan y patologizan la personalidad. El béisbol y la constancia de una madre le fortalecen la autoestima, el autoconcepto, la seguridad y la autoconfianza que se debe tener para asumir el mundo de un deporte como el béisbol: exigente, competitivo, discriminativo, duro, desafiante, apasionado, frustrante, perdedor y ganador. El béisbol se parece a la vida; donde hay que aprender a ganar, perder, luchar, ceder, competir y resistir hasta lograr llegar; para entonces, aprender a mantenerse, ser constante, administrar el éxito, la fama, el dinero, el confort, el poder y la adulación; pero también, las traiciones, los engaños, la envidia y las relaciones tóxicas que se generan y que hay que acostumbrarse a pagar en el tren de la vida. Vladimir Guerrero es un resiliente social: aquellos que vienen de condiciones desfavorables, de tener que afrontar las adversidades, y aprenden a luchar, persiguen sus metas, objetivos y propósitos de vida y, salen victoriosos, sin dañarse y sin dañar a nadie; logrando una referencia, una identidad, a fuerza de su talento, su originalidad y su identidad psicosocial. Guerrero es un modelo sano de referencia digna de imitar para cientos de muchachos que aman los deportes, que desean aprender, cómo se llega, el coste que hay que pagar y, sobre todo, cómo no volverse “loco” cuando los números y el dinero llegan. Vladimir supo conciliar su pasado, asumió el presente y apostó a un futuro basado en hacer, y fortalecer lo que mejor hace: jugar béisbol y vivir dentro de su cultura, su originalidad, su vida predecible, su introversión y su invisibilidad.
Quizás sin saberlo, allí descansa su fortaleza emocional y social; vivir distraído del confort, la vanidad, del placer del ego, de la gula material que distrae, intoxica, despersonaliza e inadapta la personalidad. Guerrero logró ocho veces el Bate de Plata, jugador más valioso de la Liga Americana en el 2004, seis veces jugador del mes, dos veces miembro del club 30-30; hasta llegar al Salón de la Fama del Béisbol junto a otros dominicanos, Juan Marichal y Pedro Martinez.
A cientos de jóvenes que aman el béisbol, y los que logran contratos hay que ponerlos en contacto con Vladimir Guerrero, para que cuente sus habilidades, su historia, su fortaleza, su inteligencia emocional y social; en fin, su resiliencia ante las adversidades. Ahora, Vladimir tiene que apostar a la inteligencia y la transcendencia espiritual: el sentido de utilidad, el sentido de vida, fortalecer la autoestima y crearles las oportunidades a otros a través de su talento. Don Gregorio, su comunidad, que le cuidé y le sirva de factor protector para que siga fortaleciendo el resiliente social Vladimir Guerrero.