Y entonces la Patria

Y entonces la Patria

Carmen Imbert Brugal

Hoy cumpleaños la República. La efeméride, cada vez más, pierde talante e importancia. La celebración se desvanece entre los desfiles y disfraces del carnaval, se pierde entre la frivolidad, el desparpajo, la violencia desmedida y la expectativa que provoca la tercera rendición de cuentas del presidente.

La preservación de la república está en el traspatio de las preocupaciones criollas, como si el temor acechara cuando preguntan por ella. Temor por la indiferencia y el desconocimiento, por la liviandad y aceptación del discurso que propugna la erradicación del patriotismo. El imaginario colectivo está sitiado por la orfandad, pertenecer a ningún lado reditúa, permite la manipulación y el desdoro. La cotidianidad de oportunismo y caos, de impunidad y populismo, convierte la proclama de Juan Pablo Duarte “Vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor” en consigna risible, ininteligible, que solo encuentra eco en la nostalgia perenne del destierro.

El 27 de febrero inicia el proceso para superar el oprobioso periodo de ocupación que comenzó el 9 de enero de 1822, cuando Jean Pierre Boyer recibía de Núñez de Cáceres, las llaves de una ciudad estremecida. Corresponde repetir que el gestor de la independencia efímera, negado a la unificación de la isla -propuesta de Boyer- expresó: “entre las porciones de la isla existen desemejanzas de costumbres y de idioma, similares a un muro infranqueable, como entre los Alpes y los Pirineos” (Visión General de la Historia Dominicana. Peguero –De los Santos).

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La hazaña de febrero sorprendió a los invasores que durante 22 años hollaron el territorio y nunca presintieron arrebatos exitosos de resistencia. El trabucazo y la bandera izada en la Puerta de la Misericordia, desafiaron el control omnímodo de los haitianos. Comenzaba la andadura de la República con deslumbres y penumbras, con sus hateros y sus próceres, con sus canallas y mártires.

Perturbadora e inverosímil fue la osadía y la persistencia de esos “infames energúmenos, impostores insensatos, esos parricidas hijos de Haití” como calificó a los fundadores de la República, Charles Herard- Rodríguez Demorizi “EL Acta de la Separación Dominicana y El Acta de Independencia de los EUA” (Sociedad Dominicana de Bibliófilos 1976)-. Reseña, asimismo, el autor los violentos comentarios en los periódicos haitianos sobre la pretensión de conformar, en el este, un estado libre, soberano, democrático.

Imposible eludir la fecha, porque es día de la patria, de ese asombro que une y preocupa, esa ficción que determina y confunde. Entre el suelo agredido y ocupado está la historia y la pertenencia. Hoy el ideal de los filorios es anecdótico, apenas mencionado y los orcopolitas, con mayor patrimonio y poder, pretenden reducir la Republica a una comuna delirante sin identidad ni rumbo. Nada queda de aquellos muchachos que desde la fundación de la Sociedad Secreta La Trinitaria prometieron “cooperar con su vida y bienes para lograr la separación definitiva del Gobierno Haitiano e implantar una República libre y soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana”. Ahora reinan, deciden, depredan, ceden, los apátridas emocionales, parias que convirtieron la patria en pedestal.