Pilatos está convencido de la inocencia de Jesús y no obstante lo condenará. Es lo que se hace siempre en materia de justicia política. El juez dicta una sentencia contraria a su convicción”.
La afirmación es de Jacques Isorni, jurista y político francés-1911-1995-, protagonista de una brillante y controversial carrera.
El capítulo V de su libro “Casos de Conciencia de un abogado”, titulado “El Deicidio y la Conciencia”, está dedicado a comentar los detalles del proceso penal contra Jesús.
El autor siempre será citado, cuando corresponda reeditar lo escrito, cada Lunes Santo, después de la entrada de Jesús a Jerusalén.
El análisis jurídico del trascendental acontecimiento cristiano, hecho por Isorni, fue rechazado. La dilucidación de los pormenores terrenales de la pasión, provoca inquietud. Algunos creen que desafía el dogma decir que el vía crucis fue un proceso penal plagado de errores, sin ninguna garantía para el imputado.
Cuando el espacio en los periódicos permitía palabras sin límite, fue publicado “El Proceso Penal y La Pasión de Cristo”-HOY-17.04.2004-CIB-.
La película de Mel Gibson- “La Pasión de Cristo”– había provocado feroces controversias en el mundo católico y profano y consideré pertinente la recreación de los errores procesales que culminaron con el cumplimiento de la profecía.
Hurgar en las violaciones al debido proceso de entonces, consentidas y cometidas, para llevar a Jesús a la cruz siempre ha sido fascinante.
Permite ratificar como, desde el principio de los siglos, la emoción pervierte el juzgamiento, las acusaciones sirven para represalias y el aparato represivo del estado se convierte en instrumento para venganza y complacencias coyunturales.
Isorni señala que el primer error procesal está en la incompetencia de la jurisdicción apoderada. Recuerda que Judea había sido conquistada, antes del nacimiento de Cristo, por uno de los ejércitos romanos.
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El representante de Roma era Poncio Pilatos. Como procurador tenía derecho a decidir la vida y la muerte de todos los habitantes.
El Sanedrín acusaba a Jesús de blasfemo, un blasfemo no podía ser juzgado por los romanos, un sedicioso sí. Por eso, sostiene Isorni, para forzar la competencia de Pilatos y para que la condena sea la muerte, modifican la calificación.
Convierten la imputación de blasfemo en atentado contra la seguridad del Estado.
Jesús era galileo, los hechos fueron cometidos en Galilea, el juez competente debía ser el tetrarca de Galilea, Herodes Antipas.
Pilatos tiene otra oportunidad para eludir la responsabilidad y envía al acusado ante Herodes. El gobernador no estaba en su jurisdicción, estaba en Jerusalén celebrando la pascua.
El juicio en contra de Jesús fue de noche, la sentencia debía pronunciarse al día siguiente, pero fue condenado de inmediato, sin debate y sin presencia de público. Tampoco hubo testigos de descargo ni defensor.
Aunque el vacilante Pilatos escribió sobre la cruz: Jesús de Nazaret Rey de los Judíos -INRI- la condena fue romana: crucifixión.
Para librarse de culpas, Pilatos apostó a la multitud. Dejó a la masa la decisión que no quería asumir. El gentío, enardecido, prefirió a Barrabás. Jesús fue crucificado y el pusilánime Procurador, reo del populismo penal, se lavó las manos.