¿ Y qué vendría después? La particularidad de contar con un Presidente que aparece

¿ Y qué vendría después? La particularidad de contar con un Presidente que aparece

Es mal vista por críticos de las lides partidarias y teóricos del activismo político la versatilidad rodante que coloca al presidente Abinader en continua llegada a escenarios para conectar con problemas sectoriales con propósito de resolverlos y que, debe reconocerse, pone a su favor un satisfactorio average de logros. La reacción es de objeciones y cuestionamientos a su atípica multiplicidad de presencia porque con ella se coloca privilegiadamente a procurar la reelección libre de competidores.

El impacto de su estilo viajero con visos de omnipresencia fue comentado recientemente por el exgobernador del Banco Central y voz sobresaliente del reformismo-socialcristiano, Guillermo Caram, con el criterio de que «no es propio del buen gobierno estar en todas partes, en todos los escenarios, ni asumir competencias de otros (funcionarios)». Entiende que con su línea de acción Abinader sustituye «responsabilidades y autoridad, restando presencia y entusiasmo consustanciales al buen desempeño».

En su momento, aludiendo a la alta capacidad de desplazamiento del actual mandatario hacia muchas estaciones de sus usuales peregrinajes (que la publicidad oficial secunda) el expresidente Leonel Fernández utilizó un dicho del coloquio que ordinariamente se emplea para describir situaciones de vacuidad: «mucha espuma y poco chocolate».

Y el senador de incisiva voz peledeista, Yván Lorenzo, ha visto en los profusos protagonismos escénicos del jefe del Estado una expresión de campaña a destiempo reforzada con «una alta inversión del Gobierno que tiene como protagonista al propio presidente de la República y que incluye gigantescas vallas promoviendo su figura». Para el común de los ciudadanos, lo único que podría venir después es el clásico lanzamiento desembozado hacia la reelección que ha corrido por los torrentes sanguíneos de cada presidente en ejercicio.

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La teoría vive

La forma en que el gobierno del presidente Abinader se comunica con los gobernados ha sido objeto de análisis, textos en el que se puede ir al encuentro de lo expresado por la periodista cultural y columnista Indhira Suero. En la introducción de uno de sus escritos aparece la recomendación de: » dosificar las apariciones y declaraciones del primer mandatario para evitar un desgaste de su imagen».

En otras consideraciones sobre la comunicación gubernamental de estos tiempos se sostiene que: «Uno de los aspectos más polémicos del gobierno de Luis Abinader lo constituye el cómo transmite sus mensajes. Desde su ascenso al poder tanto el primer mandatario como la Dirección General de Comunicación de la Presidencia, DICOM, recibieron diversas críticas».

Se atribuye a sectores cuestionar el «manejo de la comunicación» por ese órgano visto como defectuoso para la interacción con los medios y la ciudadanía mientras Abinader, como hombre público, se distingue por todo lo contrario: es fácil acercársele desde el ejercicio periodístico o desde la condición de simple ciudadano con preocupante tendencia a exponerse demasiado a los extraños, mezclándose con públicos y grupos.

Melvin Peña, un consultor en comunicación, reprocha que la oficina de prensa oficial cancele súbitamente citas con la prensa y que en ocasiones se impida a los reporteros formular preguntas, y afirma que «el Presidente continúa hablándole al país como si estuviera en campaña, promoviendo un optimismo infundado».

Para Peña, las grandes producciones para televisión organizadas por propagandistas oficiales, en algunos casos no se corresponden con un país en crisis. «La genuina naturalidad le vendría bien a este Gobierno.»

Luis en el contexto

Desde un centro de análisis de la fundación Friedrich Ebert se ha sostenido que en América Latina nunca antes se había visto a tantos presidentes populares porque usan la comunicación como su estrategia fundamental para parecer cercanos a los pueblos ejerciendo la democracia «a su manera personal». Visto el caso: «la política se ha convertido en una arena mediática y una narrativa de pasión por el poder más que un asunto de programas, ideales ideológicos o construcción de ciudadanías democráticas».

En el libro «Los telepresidentes, cerca del pueblo, lejos de la democracia», editado por un equipo de trabajo, se sostiene que en América Latina se está produciendo una democracia emocional para televidentes/ciudadanos: «Hemos llegado entonces a gobiernos más amigables en los cuales la comunicación es más importante que la ideología; y se gobierna por rating y encuestas. Los gobernantes son tele-presidentes celebrities que generan emoción mediática».

Y continúa: «los latinoamericanos venimos asistiendo a lo que podríamos denominar la refundación de un nuevo pacto político entre el gobierno y los ciudadanos de la nación, que más que democrático es un pacto de comunicación. La consigna parecer ser el «ahora tenemos presidente». La política es entonces un asunto de personas, individuos, imágenes y actuaciones».

Dominar riquezas

En coincidencia, estudiosos de la universidad de Salamanca pusieron su lupa sobre el fenómeno de los presidentes empresarios en América Latina y llegan a la conclusión de que se trata de una búsqueda de las élites interesadas en el acceso a los manejos de la economía.

La hipótesis principal del libro «Presidentes empresarios y Estados capturados» escrito por Lucía Converti, investigadora del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, es que la toma de la presidencia por una generación ascendente de empresarios neoliberales «representa una nueva forma de captura del Estado que responde a la etapa más reciente de desarrollo del modelo de la acumulación neoliberal caracterizada por la concentración, financiación, internacionalización y diversificación productiva de los grandes conglomerados».

En la introducción de su obra comenta como objetivo de la búsqueda del poder la intención de «frenar la entrada a él de figuras del partidismo con menor formación, experiencia o habilidades para el ejercicio del quehacer político. Más aún si se toma en cuenta que «tanto la política institucional como la partidista se han convertido en actividades profesionales.»

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