La matrona de la familia, anciana, pero de mente activa, observaba cómo su hijo llevaba cada día sumas de dinero muy altas, que no se correspondían con el sueldo que recibía en el puesto que ocupaba en el gobierno.
Preocupada por el buen nombre familiar y el de su propio hijo, la matrona decidió preguntarle de dónde sacaba tanto dinero, a lo que el alto funcionario, tomado por sorpresa, le respondió: me lo regala Balaguer. En ese momento Joaquín Balaguer era Presidente de la República.
La madre, sabia, prudente, honrada, quien había criado a sus hijos para que respetaran los principios morales comentó: hijo, dile a Balaguer que no te regale tanto dinero.
A pesar de la reconvención de la matrona, el funcionario continuó en su práctica y repitiendo la mentira de que el Presidente le daba grandes cantidades de dinero, cuando lo cierto era que Balaguer era famoso porque, como dice el pueblo, ni daba ni decía donde había.
Ese antiguo funcionario, salido del gobierno, disfruta sus teneres dentro de una sociedad donde hace tiempo que impera el tanto tienes, tanto vales.
Por supuesto, ese funcionario nació, creció, vive y trabaja en un país donde el borrón y cuenta nueva fue estrenado mucho antes de que se le atribuyera a Juan Bosch, un país donde la memoria corta y la impunidad larga y permanente, son algunas de las reglas de oro del ejercicio de la política.
En nuestra sociedad cuando una persona es designada en una alta posición política, comenzando por sus familiares más cercanos le comentan, le aconsejan, le sentencian: esta es tu oportunidad, no seas pendejo, robes o no robes van a decir que robaste, así que, roba, porque comoquiera dicen de uno.
Dentro de los funcionarios públicos hay gente que actúa correctamente, que respeta como ajenos que son los fondos del erario, personas a quienes el respeto por sí, por los principios morales y éticos son una agenda diaria, permanente, practicada.
Otros se vuelven locos cuando llegan a un sitio donde hay, donde se manejan fondos, no les importa que esos haberes correspondan al erario, cuyo destino debe ser la solución de problemas y necesidades de los gobernados.
Siempre agradezco, profunda y permanentemente, las costumbres, las enseñanzas, los ejemplos que me inculcaron en mi casa: estudio, trabajo, honradez.
Ahora que muchos salen de altas posiciones que ocuparon en el gobierno, en las cuales manejaron fondos públicos, es oportuno que vean el rostro que reflejan los espejos cuando se afeitan y respondan a la pregunta: ¿Saliste limpio y serio, honesto y con la frente en alto?
La respuesta la tiene cada quien, pero no olviden que la impunidad tiene límites, que todo pasa, todo se acaba.