El pasado día 16 de agosto terminó un ciclo histórico y comenzó otro de gran significación para el pueblo dominicano.
La movilización popular que se fue manifestando en repudio a la corrupción galopante, la impunidad, la prepotencia, el continuismo y las manipulaciones antidemocráticas del partido fundado por Juan Bosch “para servir al pueblo”, generó un triunfo electoral contundente y la formación de un gobierno de coalición, con partidos y organizaciones sociales muy representativas, encabezadas por el PRM y Luis Abinader, quien demostró condiciones de orador y estadista que hubieran hecho sentirse orgulloso a su bien recordado padre, José Rafael Abinader.
No ha sido fácil para Abinader y su equipo escoger sus ministros y otros cargos principales de la administración para el período 2020-2024. Por supuesto, no obstante la general satisfacción que despertaron muchas designaciones hechas por el nuevo Presidente, habrá disgustos y recriminaciones por supuestos favoritismos o nepotismo de parte de algunos y pueden aparecer funcionarios que no alcancen a cumplir su cometido o a mantener la confianza que se depositó en ellos.
Pero eso es normal en la política por bien que se hagan las cosas, por lo que ya sabrá el Presidente hacer los ajustes de lugar en su administración.
Lo más importante es que tanto Abinader como su gobierno llenen las expectativas que se ha formado la población acerca del cambio, y su mensaje de transparencia, decencia y disposición para detener la descomposición moral e institucional que establecieron los gobiernos del PLD.
Ahora lo que corresponde es que todos nos unamos para que este gobierno pueda salir adelante con las tres grandes tareas que tiene por delante: superar la grave crisis sanitaria que azota a la nación y al mundo a consecuencia de la pandemia del coronavirus; enfrentar con éxito el descenso brutal de la economía que padecemos; y emprender reformas institucionales que le permitan hacer al estado dominicano más eficiente, moderno, honesto y centrado en el bienestar de las grandes mayorías.
Para lograr esos objetivos no bastan los buenos deseos, sino hacer abstracción de intereses y aspiraciones personales, tener fe en el futuro y dejar trabajar a los nuevos dirigentes que se ha dado al país, no por 100 días, sino por el tiempo suficiente para que puedan justificar los esfuerzos que se vienen haciendo para hacer una buena gestión en todos los campos de la actividad gubernamental y que la sociedad civil tenga el apoyo que requiere para que todos progresemos.
En esa dirección, el gobierno debe mantenerse abierto a través de diversos canales de comunicación, para recibir y estudiar las iniciativas y planes que puedan ayudar a comprender e implementar los cambios que se requieran para consolidar las transformaciones que requiere el país para lograr cambios verdaderos y estables en la sociedad dominicana.