Sin temor a equivocarme, me atrevo a afirmar que las recién finalizadas entrevistas del Consejo Nacional de la Magistratura para la selección de cinco personas para ocupar igual número de vacantes en el Tribunal Constitucional han sido de las más variopintas en la historia de esta alta corte.
Y es que durante las presentaciones hubo “de todo como en botica”. Momentos vergonzosos, como aquel en el que una magistrada afirmó conocer de un incesto en el que “todos estaban felices”, demostrando incapacidad de argumentar técnica y jurídicamente para justificar su posición a favor de la penalización absoluta de la interrupción del embarazo.
Momentos inéditos en el que presenciamos como, con mucho temple y capacidad de gestión la vicepresidenta de la República, Raquel Peña, mantuvo el orden de la sesión cuando un abogado denunció que el nombramiento del presidente de la Suprema Corte de Justicia, Luis Henry Molina, fue inconstitucional, planteamiento que pudiera ser origen de un debate interesante pero, definitivamente, no en esa forma ni mucho menos en ese escenario.
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También supimos de momentos éticos y coherentes como aquellos en los que la procuradora Miriam Germán, correctamente, se inhibió ante la participación de uno de los abogados jóvenes más brillantes de este país, Félix Tena de Sosa, director de la Unidad de Análisis Constitucional de la Procuraduría General (a quien ojalá los honorables consejeros tomen en cuenta sin que su juventud motive que le discriminen) y de su yerno Amaury Reyes, por la relación laboral y personal que mantiene con ellos.
Ahora, sin lugar a dudas uno de los momentos más especiales fue el protagonizado por Yildalina Tatem Brache, quien nos enorgulleció a todos y a todas con su participación y la posibilidad de que un ser humano íntegro, capacitado y comprometido como ella forme parte del Tribunal Constitucional.
Y es que doña Miriam resaltó su abolengo, diciendo que esperaba una mención sobre Antonio Jaime Taten Mejía, revolucionario, primer senador de Salcedo y padre de Yildalina. Pero ella es una mujer que, como dijo en la entrevista, no intenta sacar provecho de la trayectoria de sus progenitores, sino que, y esto lo digo yo, se ha forjado un camino en el que brilla con luz propia.
Yildalina tiene una amplia formación profesional. Posee maestrías en Derecho Constitucional, Derechos Fundamentales, Defensa y Seguridad, Pensamiento Complejo y Ciencias de la Complejidad, Género y Desarrollo. Tiene vasta experiencia en temas de educación con perspectiva de género, en políticas públicas, relaciones internacionales, diseño y gestión de proyectos nacionales e internacionales.
Es docente universitaria, autora y coautora de libros, artículos académicos y de opinión. Además es una activista y voluntaria de entidades que luchan por los derechos de las mujeres como la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, Red Internacional de Mujeres Latinoamericanas, Iniciativa Mujeres Líderes de las Américas, Asociación Dominicana pro-Bienestar de la Familia, PROFAMILIA, Foro Feminista Magaly Pineda y Mujeres por la Igualdad de Derechos (MID).
En fin, que la democracia implica representación plural y diversa, por lo que estoy segura que optar por una integrante como Yildalina legitimaría este proceso porque ella encarna el pensamiento y el trabajo de un sector progresista clave que, para la democracia es sano, esté representado en el en el Tribunal Constitucional y en el país.