Amor a la patria, de eso se trata, pero esta era de la post verdad y de tanta polarización resulta demasiado fácil confundirlo con otra cosa. Y no sólo pasa en República Dominicana, pasa en Latinoamérica, pasa en España y en Francia, donde los sectores de ultraderecha ha sabido ganar terreno en la apropiación del patriotismo, tergiversando su significado y contaminándolo con expresiones discriminatorias.
Yo soy de las que me niego a privarme del derecho de sentirme orgullosa del país de donde vengo, portar y respetar sus símbolos patrios, pero sobre todo sus leyes, eso sí es ser patriota.
Recientemente, hemos sido testigos de una serie de manifestaciones de odio, racismo y violencia por un grupito que se aprovecha de las bondades de vivir en democracia para amplificar su discurso de discriminatorio en contra de las personas descendientes de madres y padres haitianos nacidos y criados de este lado de la isla.
Resulta caricaturesco que en la marcha aquella convocada por los “nacionalistas” se vieran ondear banderas y discursos en apoyo al candidato republicano Donald Trump, porque al parecer la injerencia y el respeto a la soberanía para ellos es a conveniencia. Más caricaturesco aún es escuchar a personas con este discurso que, a juzgar por su fenotipo, fácilmente pueden ser llevados en la “camiona” como muchos dominicanos negros que han sido “confundidos” en operativos de la Dirección Nacional de Migración.
Es increíble que por ejemplo que el uso de una foto comprada en una banco de imágenes para disminuir costos en una campaña, resulte más indignante que el Ministerio de la Mujer tenga que recurrir a los salones de belleza para poder hacer frente a la violencia que viven las mujeres en nuestro país, eso sí es indignante.
Para que estemos claras y claros, la República Dominicana ha utilizado mano de obra haitiana hace más de un siglo y tiempo después esa migración aumentó en la época de oro de los ingenios azucareros con la contratación de haitianos que cortaban de caña, de ahí surgen los bateyes y su descendencia.
Hoy en día, los hoteles, todo incluidos, las grandes y modernas torres de apartamentos y la agricultura dependen en gran manera de la mano de obra haitiana, que dicho sea de paso es pagada por debajo del promedio por obvias razones. Es decir, que los hoteles a los que usted y yo vamos, la comida que compramos en el supermercado y los apartamentos donde mucha gente privilegiada vive se deben a su trabajo, y ni hablar de las labores domésticas.
En este contexto sería bueno preguntarnos cómo es que llegan y quienes benefician que lleguen.
Es importante diferenciar los haitianos que han entrado a territorio dominicano de manera irregular de los dominicanos de ascendencia harina que nacieron aquí y nunca han pisado Haití.
Lo más preocupante de todo esto es la facilidad con que estas manifestaciones que rayan en lo terrorista se están normalizando sin ningún tipo de control, y sin medir las consecuencias que pueden generar. Acosar a quienes exponen esta situación, incluyéndome, no les hace patriotas, esparcir odio y discriminación tampoco.