Su pintura, su arte cierto, es tierno como el íntimo murmullo de la llovizna sobre el estero, informal testigo de las cosas que no son como deberían ser, trastocados modelos con la grácil distorsión que nos habla de pintura espléndida y armoniosa, atrevida jornada con matices que nos cuentan de insólitos andares sobre senderos inciertos, pero preñadas con la gracia y el quehacer de un arte verdadero, irreverente como el sermón del condenado, irrespeto total a lo establecido, a lo formal; arte que no respeta el código, pintura a su manera, exquisita actitud al desafío, arriesgada.
Yuly mantiene como destino un permanente deseo: pintar con el ímpetu demente de una desmedida ilusión, pero alguna vez, dándole una tregua a su ansiedad, su pintura es translúcida y reposada, nos habla, nos dice de unos ojos tiernos y transparentes que bañan de luz las tiernas caritas sucias de pequeños seres angelicales, que atrevidos y traviesos, se escaparon del paraíso.
Niños acompañados de sus queridos seres que hacen de guardianes celosos y ofrendan su abrazo pleno de amor y resignación. Pobres referencias de una realidad que nos habla de carencias materiales, pero de una inmensa riqueza de solidaridad y cariño
Pintora; ni reina, ni esclava de un arte que la intriga y la motiva. Sencilla mujer que evoca la sensibilidad y reprocha el tedio.
Colores, pinceles, luz del espíritu, apasionante deseo, armas poderosas esgrimidas con valor, dignidad y decisión en ataque frontal al artificio, a la vaguedad y en decidida defensa de lo hermoso, de la belleza, de la ilusión y de los sueños del más sentido palpitar del corazón.
El más hondo sentir del alma en defensa de su sagrado quehacer, de su diaria misión: pintar.
Decía Picasso, que la pintura que no arrastraba en su destino un poema, era intento fallido. Su pintura es una expresión del arte contemplada íntimamente por una expresión poética.
La pintura de Yuly, expresión poética de forma, color y estética; no importa el tema o el mensaje. Si de su regazo espiritual asoma la ternura, la informalidad, el atrevimiento o la irreverencia, toda esa actitud, toda esa forma expresiva, esa sentida inquietud de su sentir creativo, lleva en su más hondo pensar, la serena nostalgia de un hermoso poema.
Paisajes agrestes asentados en tierra fértil y bondadosa, son temas habituales de nuestra artista, tratados con verdes esmeraldas, ocres, tierras, pardos y reflejos propios del día, anunciando un sol moribundo y lejano, en espera de un distante amanecer.
Ambiciosos y expresivos paneles portadores de elocuentes narraciones del hombre del campo y su dura faena del cultivo y la cosecha.
Figuras bronceadas, es la identidad de largas horas de afán y ansiedad bajo calcinante compañía de un sol grave y promisorio.
Paneles estructurados bajo intención informalista, atrevidos escorzos que dan esa agradable sensación de ingravidez, tocados levemente por una atmósfera que se nos esfuma, hermosa y cierta estampa del hombre monte adentro que nos habla de dignidad, esperanza y fe.
Sin consentimiento de nadie, así de una irreverente manera, se le escapa a la campiña, y como por arte de magia, se le ve transitando entre autos, muchedumbre, asfalto, luces, escándalos, bocinazos, letreros y buhoneros; no hay dudas, es una transeúnte cualquiera en la ciudad.
Prolífero caldo de cultivo que sirvió de asidero para su espléndida obra. Se asiló en el barrio, motivó su forma de pensar y comenzó todo, se trastocó el alma y pobres y tristes valores aguijonearon su herida sensibilidad: así dio comienzo a otra historia que contar.
Fue portavoz en su nuevo amanecer creativo, con su pintura delatora, de los más miserables y tristes momentos de un pequeño coloquio de seres hacinados, que a pesar, reían y hasta entonaron canciones muy ajenas en su decir de su amarga realidad.
Cuadros facturados con agresivos empastes de colores tímidos y grises, pero de un expresivo lenguaje de agrio sabor. Sus pinturas de un realismo informalista, son notas graves de una letanía que nos anuncia la pobreza y el abandono.
Hermosa, expresiva, valiente, insurrecta. Su pintura bella, pero en sus entrañas se asienta la fea cara de la desesperanza.
Motivos ciertos golpean el indomable espíritu de Yuly. Espejo donde se van a mirar confusos y angustiados los seres que Yuly retrata y confina en el más sensible rescoldo de su alma de artista, de su alma acongojada.
Se nota en sus cuadros, tratamientos diferentes, conceptuales, terminados, nonfinitos, lineales y pictóricos.
En unos, la línea firme y precisa, juega un estelar papel, es protagonista en la forma y el dibujo. En su perfil aprisionante bordea con clara presencia los límites de la forma y el color tímido y poco expresivo, no fue su intención.
En otros, la línea es una insinuante gráfica con poca presencia, que no es más que un leve soporte a la forma y un tímido receptáculo al color exuberante, presente, estelar, manchas cromáticas que hablan y expresan el pensamiento de la artista.
En uno, prima el estilo lineal; en el otro, el pictórico.
Así podría decir tantas cosas de Yuly, pero creo que por hoy basta.
Yuly Monción, esa joven mujer, gitana y pintora, que nos regala su arte, inspirado poema, canto cercano, informe de luz, mensaje de apacibles sombras; esa mujer de grácil figura, nos ha brindado y nos seguirá brindando, como un duelo con la vida, su arte tierno, informal, atrevido e irreverente.