El desplome del antiguo hotel Francés, en esta ciudad, ilustra la magnitud del irrespeto a la institucionalidad, y la ineficacia del proyecto de revitalización de la Zona Colonial, con el financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo.
Este proyecto, que se inició solo con las calles Isabel La Católica, Arzobispo Meriño y una cuadra que las une, tiene cerca de dos años. Parecería planificado para crear problemas, llevar a la quiebra a la mayoría de los negocios y hacerla inhabitable para los vecinos, que benefician a quienes lo regentean desde hace casi dos años.
Los organismos responsables del proyecto debían ser Patrimonio Monumental, el Ayuntamiento del Distrito Nacional, y Edificaciones de Obras Públicas, pero éstos no parecen tener más influencia que el manejo de papeles y cobrar arbitrios.
Hay muchos organismos y empresas que intervienen y crean dificultades en algo tan limitado como remodelar dos cortas calles. He aquí algunos de estos:
El ADN (Patrimonio Cultural y Planeamiento Urbano), Patrimonio Monumental, el Consejo presidido por Juan Vicini, el Patronato Ciudad Colonial, CESTUR, Cuerpo de Bomberos, Indotel, CAASD, el BID, por lo menos tres compañías constructoras y el todopoderoso Ministerio de Turismo, cuya cabeza de Programa, una arquitecta, parece tener la llave de todos los recursos y decisiones que mueven el dinero del BID y de permitir trabajar a los demás con recursos propios.
Todo se inició abriendo calles, sepultando huellas de la más vieja estructura urbana del Nuevo Mundo y cerrando calles, sin siquiera prever estacionamientos para los centenares de autos de los residentes y negocios de la zona; ni digamos para los que vengan, y todavía circulan tres o más trenes turísticos que interrumpen el escaso tránsito actual; en lugar de permitir como parqueo el patio de la Fortaleza, tal como se hace en muchas ciudades antiguas, y prever otros parqueos debajo de los parques o construyendolos hacia arriba.
Reducir las calles a una pequeña vía que se obstruye fácilmente, como si estuviéramos en la Rambla de Barcelona ha sido una insensatez, como también lo es poner frágiles y “carísimos” pilotillos para impedir parquear, que se deberán sustituir una y otra vez.
Como parte interesada en un proyecto, he debido sufrir múltiples “pérdidas” de documentos, nuevos requisitos para cosas elementales y falta de diálogo con las personas que realmente deciden y que al parecer reciben beneficios de ese desastre.
Para colmo, sin estudios ni vigilancia de expertos calificados en preservación de edificios históricos, perforaron el interior de la calle junto a sus bases y después del desplome tienen el descaro de decir que nada ha pasado, y los propios responsables constituyeron una “comisión investigadora”.
A ese respecto, el Comité dominicano de ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios), emitió un documento que no tiene desperdicio, que concluye de esta manera: “El inmenso valor histórico de nuestra ciudad, Patrimonio Cultural Mundial, se ha puesto en peligro por no reconocer los roles de actuación, los procedimientos y prácticas constructivas adecuadas y Usted señor Presidente, puede enmendar la situación”.
De lo que estoy seguro es que los cuantiosos recursos provenientes del BID se van a gastar en poco más que el comesolismo, el desperdicio y la improvisación de los actores de este drama urbano.