Crecientes formas de llevar intranquilidad han estado a todo dar en perjuicio de familias avecindadas en diferentes lugares del Gran Santo Domingo, incluyendo algunos de ubicación céntrica y categoría social y urbana que antes tenían sosiego.
Ha existido muy poca restricción de parte de autoridades a la instalación súbita de establecimientos para disipaciones con bebidas alcohólicas que generan trifulcas amenizadas con música a muy alto volumen.
El derecho al descanso reparador en privacidades hogareñas que nadie debería perturbar pierde vigencia en vecindades que a veces se sienten amenazadas por los patrocinadores de agresiones a las buenas costumbres que no cesan en alterar a la sociedad porque las reglas municipales sobre el uso de espacios no funcionan.
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Parte de las agresiones a la vida en comunidad proviene de vehículos equipados con aparatos de música de altos decibeles que atraviesan las noches promoviendo jolgorios al aire libre. Ciertas unidades policiales anti ruidos proceden con firmes actuaciones para refrenar con cierto éxito los libertinajes; lo que indica que con fuertes procedimientos rutinarios se extendería a los ciudadanos una protección que satisfaga a todas las categorías sociales.
Cada acción oficial que haga más habitable la ciudad debe recibir el pleno respaldo de la comunidad afectada además por el ilegal y obstaculizante estacionamiento paralelo de vehículos que el Intrant ya combate.