Es característica de los pueblos subdesarrollados y con alto índice de analfabetismo, arraigadas creencias culturales la fácil adaptabilidad a los modismos populares, sobre todo cuando se trata de supuestos remedios medicinales para la salud.
Muchos debemos recordar que en meses pasados surgió a la palestra popular la famosa planta llamada “moringa”, la cual supuestamente servía para curar más de trescientas enfermedades. La noticia de esa milagrosa planta se difundió como pólvora por tos recónditos de la República Dominicana, en especial en el Distrito Nacional.
La promoción de tan desconocida planta fue tan fuerte que logró un arraigado posicionamiento en las mentes de la gente de casi todos los estratos sociales.
Su uso se hizo tan masivo al punto de que en donde existía un árbol de dicha planta, los dueños tuvieron que dedicarse a cuidarla, a protegerla para que no fuera destruida, otros comenzaron a sembrarla en los patios de las casas, otros a venderla en las calles de Santo Domingo, convirtiéndola en pocos días en la planta más demandada y renombrada en boca de la gente.
Fue tan difundida la milagrosa planta que algunos laboratorios se dedicaron a fabricar productos para el cabello, otros en jarabe a diferentes precios. Su impacto tuvo tanta incidencia, que aunque no tenemos en nuestras manos cifras de las gentes que dejaron de ir a consultar a sus médicos como consecuencias de que abandonaron sus tratamientos y se dedicaron a tomar dicha planta.
Esta situación llegó a generar ciertas polémicas entre algunos profesionales de la salud en contraposición de que se usara esta planta como medicamento para curar un conjunto de enfermedades como la diabetes, la hipertensión, entre muchas más según decía la gente.
Es tan así, que según una anécdota de una persona conocimos con casi ochenta años de edad, padeciendo de diabetes, presión alta e impotencia viril, pero según nos expresara, desde que comenzó a tomar la moringa, se puso como un trinquete, término muy popular entre hombres.
Sin lugar a dudas, desde la aparición de la humanidad, las plantas contienen ciertas cualidades curativas que nuestros padres y abuelos utilizaron como remedios para curarnos cualquier tipo de enfermedad de bajo riesgo.
Yo recuerdo que mis padres, específicamente mi madre, cuando veían cualquier malestar en uno, llámese parásitos (tricocéfalos-lombrices) nos daban a tomar un té de hojas de apasote, tuatúa, cañafístula, o nos ponían en el cuello un collar con varios dientes de ajo.
Para la disentería o diarrea nos la curaban con agrio de naranja con café amargo y bicarbonato de soda; para fiebre mala o tifoidea, con una pastilla de mejoral o una aspirina con té de hojas de naranja, guanábana y cáscaras de aroma; para dolor de cabeza un mejoral con una venda colocada en la frente con hojas de naranja, entre otras.
Lo sorprendente es que para esa época era muy rara vez que un miembro de la familia se enfermera, al grado de tener que llevarlo a donde el médico del pueblo, que regularmente, solía existir una clínica privada y un centro médico sanitaria de la Secretaria de Salud Pública.
Sin embargo, hoy parece contradictorio que con todos los avances científicos de la medicina la gente se enferma más, existen más clases de enfermedades. Y mientras una persona con fiebre normal se curaba con un mejoral y un simple té de hojas de naranja, hoy tienen que tomar por los seis antibióticos combinados con aceteminofén. No estamos descalificando la medicina moderna y científica, sino comparando los dos tratamientos.
El primero que ha permitido olvidar el uso de aquellas plantas naturales medicinas como la moringa, que tanto aportaron a la salud y ahorrar dinero a las familias pobres. Quizás fueron estas las razones del uso excesivo de la moringa, pero que ya sorpresivamente ha desaparecido del mercado.
Ya muy pocas personas la mencionan, ni siquiera se escuchan algunos medios de televisión con programas de comentarios que se hicieron de mucho eco sobre las virtudes curativas de la moringa.
Finalmente, mi pregunta es ¿dónde está la moringa? Acaso sería que curó a todos los que la tomaron, o no curó a nadie y por ende ya no la usan ni se promueve en ningún medio de comunicación televisivo y radial, tampoco ya se ven como antes a personas vendiéndola por las calles y casa por casa. Entonces, Adiós a la Moringa.