El presidente Danilo Medina se ha adherido, con mucho acierto, a una preocupación generalizada de los países iberoamericanos. Con su intervención en la XXV Cumbre Iberoamericana, ha puesto el dedo en una llaga que nos duele. Enfrentar el problema de los 20 millones de jóvenes que ni trabajan ni estudian en estos países es, a juicio del presidente Medina, el reto más urgente y trascendental. Y sí que lo es, pues los dominicanos de entre 10 y 34 años que no trabajan, no estudian ni buscan trabajo, conocidos como los “nini”, representan cerca del 15% de la población, según consta en un informe del Observatorio del Mercado Laboral Dominicano del Ministerio de Trabajo.
Y la gravedad del reto es enorme porque no solo hay que combatir las causas sociales que matan en esos jóvenes el entusiasmo por el estudio y el trabajo, sino también tratar de amortiguar los efectos de los avances tecnológicos y los automatismos que desplazan cada vez más a la mano de obra. La arrolladora “Cuarta Revolución Industrial” está en marcha con toda suerte de adelantos que hacen aún más difícil el desafío de evitar que la generación nini sea una generación perdida. Nuestros países tienen que aunar sus esfuerzos y compartir experiencias en la búsqueda de fórmulas efectivas para enfrentar este mal social. La gravedad de este drama no puede quedarse en la retórica del mero discurso. Se necesita acción.
Transportistas desconsiderados
Quienes explotan el transporte no mejoran su conducta. Como les fue retirado un privilegio que ya no tiene razón de ser -nos referimos al subsidio del gasoil- han aplicado alzas de pasajes y no conformes con ese trato abusivo a los usuarios, amenazaron con paros escalonados, que luego suspendieron, y que perjudicarían a quienes tienen que valerse de este servicio malo y caro.
Lo peor de todo es que, además de abusar de los pasajeros, estos grupos desafían a la autoridad que intente meter en cintura sus operaciones. Como son obra de la clase política que los ha usado como fuerza electoral o de choque, según convenga a sus intereses, se sienten con el poder necesario para actuar sin el menor respeto por la sociedad a la que se deben. Rechazamos estos métodos de querer imponer su voluntad por encima de la razón.