Parte II
El 2017 será un punto de inflexión para los movimientos populistas. Habrá comicios en los Países Bajos, Francia, Alemania y, posiblemente, Italia. En Austria, la extrema derecha fue derrotada, pero aun así logró captar un 47% de los votos. De acuerdo a un artículo en The Economist más de un 25% de los votantes europeos apoyan a un partido populista, esencialmente de extrema derecha. En Francia, el Frente Nacional, liderado por Marine Le Pen, cuenta con un apoyo mayor al 30%, suficiente para una segunda ronda. Polonia y Hungría ya son lideradas por partidos de ultraderecha.
Es hora de contrarrestar la retórica populista. Para lograrlo, serán necesarios cambios drásticos. Primero, los dirigentes políticos deben apostar por la coherencia. Varios políticos fueron desmentidos y ayudaron a crear un clima de desconfianza. Asimismo, parafraseando a Andrés Velasco, ministro de Finanzas en Chile, es vital admitir la complejidad de los tiempos, la cual exige una real democracia representativa donde exista una genuina conexión de la élite dirigente con el pueblo. La idea implícita del populismo es la supremacía de la voluntad del pueblo. Sin embargo, esta no se sostiene en el raciocinio, puesto que carece de las informaciones necesarias para velar por el bien común, especialmente, en un mundo de crecientes exigencias.
En caso de no lograr su propósito, la economía global sufriría las consecuencias económicas y sociales de lo que significaría la presencia de partidos populistas en los poderes del Estado. Incluso sin ganar elecciones, sus posturas influencian el quehacer de los políticos electos en temas varios como comercio e inmigración. Por ejemplo, la Unión Europea demanda a empleadores europeos proveer ellos mismos las condiciones laborales de su país de origen sin importar su ubicación. Esto resta competitividad a las naciones de menor ingreso.
Los populistas plantean una reducción importante en la globalización a favor de un nacionalismo intenso. Ignoran el hecho de que el libre comercio de bienes, servicios y capital es vital para la convergencia de economías, puesto que permite la absorción de nuevas prácticas, tecnologías y abarata costos.
Un mundo cerrado e inmerso en temor no es la solución. Ya se puede vislumbrar una crisis en Inglaterra conforme su salida de la Unión Europea vaya tomando forma. Las consecuencias serían aún mayores si otros países, como Francia y Países Bajos, deciden separarse. Esto podría resultar en un gran debilitamiento institucional en la Unión Europea, con consecuencias como: altos costos de vida gracias a importaciones más caras y serias distorsiones en el mercado laboral.
Esta realidad no es lejana. Marine Le Pen plantea recuperar el franco, adquirir mayores libertades fiscales y soberanía en temas migratorios tanto de zonas de conflicto como de otros países europeos. Geert Wilders de los Países Bajos y el movimiento Cinco Estrellas también comparten una plataforma anti europea y gran apoyo en sus respectivas naciones.
Los países en desarrollo no están exentos de los tremores políticos que viven estos países, dada la dependencia que poseen en su intercambio económico con los países desarrollados. Podrían resultar en condiciones desfavorables a nuestras economías: aranceles a nuestros productos en el extranjero, etc.
Es nuestra firme esperanza, aunque tenemos dudas al respeto, que el liderazgo político, económico y social de las naciones desarrolladas, enfrente, de una manera decidida y con medidas adecuadas, las causas que han permitido y están permitiendo el crecimiento de las corrientes populistas. Deben adoptar una actitud contra el proteccionismo creando un modelo económico que incluya aquellos que se sientan excluidos fruto de la globalización y la revolución tecnológica. En otras palabras, creando una sociedad más equitativa y justa, basada fundamentalmente en los siguientes objetivos: 1) mantener un reentrenamiento permanente para lograr un acoplamiento entre el mercado laboral y el educativo, 2) reducir dramáticamente la desigualdad (la más alta en 87 años), y 3) darle un sentido de identidad a los jóvenes y a la clase trabajadora con una élite que actúe con equidad y justicia.
Investigador asociado:
Iván Kim Taveras.