A medida que nuestra sociedad envejece, que el porcentaje de adultos mayores aumenta aceleradamente, los temas que les atañen deben transformarse, cada vez más, en una preocupación nacional. El maltrato a personas de edad avanzada es un problema mucho más complejo y de mayor alcance que lo percibido.
El problema es preocupante. Incluso la Organización de Naciones Unidas (ONU) decretó el día 15 de Junio como el Día Internacional contra el maltrato al Adulto Mayor. Respecto a esta conducta que se observa en la sociedad es que se hace necesario impulsar iniciativas que faciliten la educación y la toma de conciencia de la población en relación a este tipo de maltrato.
La violencia contra las personas adultas mayores es un problema del cual nuestro país no está ajeno; sin embargo son escasos las cifras y datos al respecto.
Y es que la dependencia (económica, emocional y física) hace que muchas víctimas de maltrato no delaten a su victimario/a. Esto los convierte en blancos perfectos para toda forma de abuso; aparte de que muchas personas de la tercera edad sienten temor a sufrir daños mayores si acusan a su agresor.
Este temor no es infundado. Los ancianos se encuentran en muchas ocasiones en situaciones de aislamiento e indefensión y, a menudo, la persona maltratante es un familiar cercano.
La Organización Mundial de la Salud, en la Declaración de Toronto, define el maltrato al adulto mayor como: La acción única o repetida, o la falta de respuesta apropiada, que causa daño o angustia a una persona mayor o que ocurre dentro de cualquier relación donde exista una expectativa de confianza.
Estos factores influyen directamente en su calidad de vida y, especialmente en su autoestima. La soledad y el aislamiento constituyen uno de los mayores miedos de este grupo etáreo.
Pero el buen trato no es solo no maltratar, sino dar un trato digno, igualitario, con enfoque de derechos, un espacio para su expresión, una equidad etárea, oportunidades laborales, de educación, de salud, de esparcimiento.
Lamentablemente el Estado no se ha hecho cargo de las necesidades de esa masa de profesionales y técnicos que se han jubilado, porque cumplieron 60 ó 65 años, pero se sienten plenamente capaces de seguir aportando, con sus competencias físicas e intelectuales vigentes.