Algunos escritores sobreponen a su vida civil una existencia de papel: se inventan en la misma proporción en que escriben su texto dándose a leer no como personas, sino como ficción. Otros sin embargo, movidos por una inquietud intelectual, trasponen el territorio de la escritura y asumen públicamente el territorio de la escritura y asumen públicamente un rostro, una voz y una biografía: consiguen conciliar, de forma asimétrica, creación literaria y experiencia vivencial. Octavio Paz, es un poeta-crítico que además de dedicarse al oficio de la escritura, desempeña -con pasión- su papel de intelectual activo, atento a las cuestiones culturales, sociales y políticas de su tiempo…. María Esther Maciel, Sobre el pensamiento analógico de Octavio Paz.
La autora de la cita que encabeza este Encuentro en su interesantísimo ensayo que llegó a mis manos por el azar de mi búsqueda de trabajos de Octavio Paz, y sobre Paz. María Esther Maciel, ella sostiene que Paz puede ser analizado desde diferentes perspectivas, conjugando, como unidades complementarias, su vida y su obra, “pero consciente de las disensiones entre ellas y de la imposibilidad de explicar una a través de la otra. De ahí que uno pueda ser elucidado por el otro sin perjuicio para la autonomía de ambos: en Octavio Paz hay dos vías oblicuas que se entrecruzan y se iluminan recíprocamente y, sin embargo, no se confunden”. (María Esther Maciel, Sobre el pensamiento analógico de Octavio Paz).
Los viajes, sigue diciendo Maciel, fueron importantes en su concepción el mundo, principalmente los que realizó en los años 40, 50 y 60 del siglo XX, pues le permitió hacer contacto directo con el estructuralismo, especialmente el año que estuvo en París al servicio de la Embajada de México.
El Laberinto de la Soledad y El Arco y la Lira, nacieron de su contacto por la capital parisina, de los múltiples vínculos que tuvo con la intelectualidad del momento, especialmente de André Bretón y el movimiento surrealista, y por supuesto, el estructuralismo. Paz “encuentra en el hervidero de las ideas estructuralistas de los años sesenta referentes teóricos que lo llevarán, no solo a revisar su obra crítica anterior…sino también a incorporar nuevas directrices a su producción poética y ensayística de los años subsiguientes”. (María Esther Maciel, Sobre el pensamiento analógico de Octavio Paz).
Puede asegurarse, dice Maciel, que este doble descubrimiento, la antropología de Levis Strauss y el estructuralismo linguístico de Jakobson, le permitieron al intelectual mexicano nutrir su obra con otras voces, entre ellas la mística oriental. Las obras que nacieron de este reencuentro de ideas y teorías, tales como “Los signos en rotación”, “El signo y el garabato” y “Conjunciones y dis- yunciones” reflejan esta nueva simbiosis intelectual. Pero fue con el libro Claude Levi-Strauss o el nuevo festín de Esopo, como dice la autora: “Donde el poeta mexicano expone, de manera más explícita y movido por la pasión crítica sus inquietudes teóricas frente a la antropología lévi-straussiana, interpretada por él en la confrontación y a partir de los preceptos lingüísticos de Jakobson y de la filosofía oriental”. (María Esther Maciel, Sobre el pensamiento analógico de Octavio Paz)
Pero, y es importante hacer esa acotación, como bien afirma la investigadora, Paz critica, reflexiona, recrea y se pasea entre la subjetividad, la reflexión y, como lo definía el propio Paz, expresaba en esas palabras sus impresiones y cavilaciones en torno al pensamiento más que sinuoso del pensador francés.
La estudiosa del pensamiento de Octavio Paz señala que la poesía del mexicano era, antes que nada, analógica. Para definirlo, señala que parte de la idea de que tanto el universo como el lenguaje están regidos por un ritmo universal, ritmo que estaba fundamentado en el juego de las afinidades y de las oposiciones entre los signos. Con relación al poema, como ya se ha dicho en algunos Encuentros anteriores, desde la óptica de Paz el poema es el lugar en el cual el abanico de “correspondencias se materializa de manera más evidente. Bajo su óptica el poema, para estar compuesto de frases o unidades mínimas en las cuales sonidos y sentidos se relacionan, sea por semejanza, sea por oposición, es, él mismo, un pequeño cosmos en movimiento, en el cual la conjunción y la disyunción en relación a las alteridades se hace ver sincrónicamente”. (María Esther Maciel, Sobre el pensamiento analógico de Octavio Paz)
La investigadora afirma que con estas novedosas ideas, Octavio Paz logra reformular, no solo el concepto de combinatoria que creó y defendió Levi-Strauss, sino también el principio de las equivalencias de Jakobson, pero, más aún, la noción tradicional de analogía, vista normalmente como una relación de semejanzas que están centradas en la identidad sin grietas entre los términos. En las palabras de la autora: “O sea, si, para el concepto antiguo de analogía lo que se repite en el lenguaje es el orden de las cosas del universo, en el concepto paciano lo que se repite es el ritmo, entendido como campo de relaciones, cuya función lejos de ser la de anular las diferencias, es la de atar alteridades, mostrando que esto es aquello, sin que el esto y el aquello dejen de ser independientes uno del otro”. (María Esther Maciel, Sobre el pensamiento analógico de Octavio Paz)
Octavio Paz pensaba que la metáfora era una especie de analogía condensada. Buen devoto de ella, le atribuye un poder inherente a todo procedimiento analógico. Así pues, desde el prisma de la razón analógica de Paz, la metáfora todo, absolutamente todo, es metáfora, incluyendo al mundo mismo, que no es, dentro de esa perspectiva un conjunto de cosas, sino de signos; y, por lo tanto, el mundo y la vida, no son más que verdaderas metáforas, como lo afirma en su obra “Los hijos el Limo”:
El juego de la analogía es infinito: el lector repite el gesto del poeta: la lectura es una traducción que convierte el poema en poeta, es el poema del lector. La poética de la analogía consiste en concebir la creación literaria como una traducción; esa traducción es múltiple y nos enfrenta a esta paradoja: la pluralidad de los autores…La idea del mundo como un texto en movimiento desemboca en la desaparición del texto único; la ideal del poeta como un traductor o descifrador conduce a la desaparición del autor… (p. 109)