Tras evacuar (nunca mejor dicho) la sentencia 168-13, que despojó de la nacionalidad dominicana a miles de descendientes de haitianos ilegales nacidos en el país a partir de 1929, empezó a crecer la sospecha, pero pocos imaginaron que el fervor patriótico del presidente del Tribunal Constitucional, el doctor Milton Ray Guevara, alcanzara tales dimensiones. Y mucho menos que utilizara la celebración del tercer aniversario de esa alta corte, que coincidió con la conmemoración del 202 aniversario del natalicio del patricio Juan Pablo Duarte, para denunciar que “los enemigos de la Patria, y por tanto de nosotros”, quieren destruir la nacionalidad dominicana, “aunque para ello sea preciso aniquilar la nación entera”. Ray Guevara no identificó a esos enemigos, asumiendo quizás que no es necesario, pero aseguró que ese tribunal defenderá de manera “firme, vigorosa e irrenunciable” la soberanía y la identidad nacional. A estas alturas no son pocos los que han notado que el discurso del presidente del Tribunal Constitucional muestra una inquietante coincidencia con los envalentonados ultranacionalistas, como tampoco hace falta señalar cuál es el supuesto peligro que amenaza liquidar la nación, pues ese nacionalismo recalcitrante tiene años metiéndonos miedo con los supuestos intentos de fusionar las dos naciones que comparten la isla alentados por los poderosos “amigos de Haití”. Lo que no sabíamos es que el Tribunal Constitucional, con su presidente a la cabeza, se considera la primera línea de defensa, una especie de trinchera del honor patriótico, frente al acoso del invasor haitiano, que por cierto hace tiempo que duerme en nuestra cama y come con nosotros en nuestra mesa.