Basta partir de las acepciones más comunes de las palabras delincuente, criminal y ladrón para caer en cuenta que hace referencia a personas que cometen delitos, crímenes, violan las leyes y roban patrimonio privado, pero también público.
Partiendo de esto, en la sociedad dominicana son muchas las personas que encajarían con estas definiciones. Sin embargo, en estos últimos días John Percival Matos ha sido identificado y promovido por sectores oficiales y sociales como el principal delincuente del país.
Ciertamente, por fotografías y videos, se puede ver la activa participación del joven en hechos delictivos como asaltos a mano armada a bancos en plazas comerciales bastante céntricas y frecuentadas, en los que personas humildes, como son los agentes de seguridad, perdió la vida, uno, y resultaron heridos, otros.
Sin embargo, sin ánimos de proclamar a Percival Matos como un héroe, como sorprendentemente quieren hacer algunos sectores, incluso llamados revolucionarios, hay que tener muy en cuenta que este tipo de molesta delincuencia, al más puro estilo hollywoodense, que atenta contra la seguridad de la clase media y alta que tiene la suerte y posibilidad de frecuentar estas plazas, no es la única ni es la principal.
De muchas maneras se trata de una consecuencia de la delincuencia primaria, aquella que malversa y sustrae los recursos públicos y la voluntad política y así la posibilidad de definir e implementar políticas públicas que den como resultado una sociedad equitativa y sana que no aumente las posibilidades de existencia de antisociales como John Percival Matos pero que tampoco permita, aliente ni viva en contubernio con la podredumbre de instituciones del orden que faltan a su rol social y ético.
Pero, ¡Ay de la Policía!, cada vez menos creíble, menos robusta, que en casos como este no resiste el más simple análisis de los fans de series de criminología forense como CSI.
Y ¡Ay de las sociedades que tienen delincuentes favoritos! La ley debe ser igual para todos. Las voces activas e indignadas por lo de Percival Matos también deben indignarse y activarse por los sobornos cobrados a Odebrecht para garantizarle operaciones en el marco de un sistema de corrupción e injusticia. No debemos tener delincuentes ni crímenes favoritos.
Es totalmente entendible el pánico que aqueja a los dominicanos por el incremento de la delincuencia común. Nuestros padres, hijos, hermanos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo… nosotros… ninguno está seguro.
Pero sepamos bien que por más John Percival Matos que «caigan abatidos» en extraños intercambios de disparos, no tendremos seguridad ciudadana mientras no haya fin de la corrupción y de la impunidad.