Odebrecht puede definirse como un genuino tsunami político que todo parece indicar se origina a orillas del Potomac, como una estrategia del imperio para liquidar a gobernantes de América Latina que desertan de sus providencias, y además, recuperar los espacios en el área de la construcción que ha ocupado la brasileña en países del Continente.
No de otra manera podría interpretarse la lectura de esa nueva estrategia del imperio para su solar que inicia en el río Bravo, que sustituye al comunismo sin vigencia de consideración, con el paréntesis clave de Pekín, y las menudencias de La Habana y Pyongyang, porque conocemos los arreglos con Ciudad Ho Chi minh.
Esa estrategia para desbancar a gobernantes sin el auxilio de golpes de Estado, con la excepción de Manuel Zelaya por su adherencia al ALBA chavista, y que excluye a los otroras entorchados, ha resultado con el desbancamiento y proceso a Dilma Rousseff y Luiz Inacio Lula Da Silva, al ex presidente peruano Alejandro Toledo, señalando al presidente colombiano Juan Manuel Santos, vinculados a la trama de Lava Jato.
El gobierno del presidente Danilo Medina no evade responsabilidad civil en Lava Jato, y la Procuraduría General de la República investiga las responsabilidades de los actores que participaron en los contratos multimillonarios de obras de infraestructura de Odebrecht en RD.
Esas indagatorias conocemos que llegan hasta un nivel donde se detienen, y es sobre ese nivel donde los fiscales brasileños sobrepasan, hasta llegar a la cofia de la trama Lava Jato en RD, que podría involucrar a los tres gobernantes involucrados en los orondos y varios contratos, motivos, por demás, que demandan los verdes criollos, en acciones civiles crecientes contra la corrupción e impunidad sin límites, sin frenos, ni asomos de corregir.