En el prólogo de Max Henríquez Ureña al libro “Vida y pensamiento de Mercedes Mota”, el prolífero intelectual señala que de las dos hermanas, Antera era “la más profunda en conocimientos”, pero Mercedes era “la más sutil y emotiva.” (Santo Domingo: Del Caribe, 1965, p. 9-10).
En virtud de una creencia ancestral, falsa como toda creencia, se considera que los sujetos son dualistas: unos racionales y otros emotivos. Ese dualismo, heredado del mundo religioso, divide los sujetos en cuerpo y alma. Los emotivos están destinados a las artes, sobre todo a la literatura y las artes visuales. Los racionalistas estarían destinados la filosofía, la ciencia y la construcción de teorías. Cuando en realidad, al ser múltiple y contradictorio, todo sujeto es simultáneamente reactivo, persistente, promotor, soñador, rebelde y trabajólico, de acuerdo a la teoría de Taibi Khaler, pero uno de los rasgos de esa dialéctica sico-biológica es el dominante, y los demás son semi dominantes en una jerarquía que cambia continuamente.
La teoría cuerpo-alma, racional-emotivo es, inconscientemente, la que gobierna la política del signo anclada en Don Max, quien afirma que Mota, al ser emotiva, sentimental (reactiva) está destinada al arte y Antera a lo racional: «No es de extrañar, por ello, que [Mercedes] tuviera gran devoción por las letras y que volcara esa afición en páginas delicadas, bellamente escritas en prosa miniaturista a la usanza de la época, pues mucho se cultivaba entonces el ‘pequeño poema en prosa’.» (op. cit., p. 10).
Sigue Don Max delineando la personalidad de la futura corresponsal de su hermano Pedro Henríquez Ureña (PHU), post factum, por supuesto: «Agasajada, aplaudida en su Puerto Plata predilecta, Mercedes rehuía el bullicio y se enfrascaba en la lectura.
Su espíritu soñador le hacía emprender viajes imaginarios por tierras desconocidas, y para ella fue motivo de íntimo regocijo concurrir, como portadora de un mensaje espiritual de la mujer dominicana, a la Exposición Panamericana que se celebró en la ciudad de Búfalo en 1901. Allí pronunció una breve disertación acerca de la vida intelectual femenina en Santo Domingo, y sus palabras despertaron gran interés. Contaba entonces poco más de veinte años.» (Ibíd.).
Pero Mercedes tenía también el lado práctico, al igual que el emotivo y ambos formaban pareja indisoluble. Concretó en hecho tangible su deseo real de viajar por el mundo, como se verá luego por su correspondencia con PHU, como lo atestigua su viaje a Europa, principalmente a París donde vivió un tiempo entre 1911-14 cuando estaba allí de Ministro el ex presidente Carlos Morales Languasco. Al morir inesperadamente el personaje en 1914, quien protegía a Mercedes Mota, esta regresó, según dice Don Max, a su “solar nativo” y «volvió a dedicarse con ahínco a la enseñanza; pero hizo un alto en sus aficiones literarias y rara vez volvió a escribir alguna página.» (Ibíd., p. 11).
Ela misma lo testimonia: «Mucha gratitud merece de mi parte, especialmente, mi compueblano el Sr. Carlos Morales Languasco. Su muerte en esta capital fue motivo para que presenciáramos los dominicanos, un imponente funeral. Seguramente, con su pérdida perdí yo en París un gran protector, un amigo.» (“Autobiografía, op. cit., p.20).
Vuelve Mercedes a hacer gala de su pragmatismo cuando también murió, inesperadamente en 1916 su hermana, madre sustituta y guía Antera, tal como lo afirma Don Max, sin darse cuenta de ese lado práctico de su favorecida: «y tres años más tarde en 1919 se traslada definitivamente Mercedes a los Estados Unidos llevando consigo a sus tres sobrinas que allí ampliaron sus estudios y contrajeron matrimonio.» (Ibíd.).
¿Existe un hecho más práctico y racional que emigrar a los Estados Unidos, específicamente a Nueva York, en plena intervención militar norteamericana y con una pequeña pensión que al enfermar y no poder seguir enseñanza le había sido concedida por el gobierno de Ulises Heureaux, pensión que le fue retirada con el alegato de que no residía en el país, pero cuando subieron al poder Don Max y los Ornes Coiscou, sobre todo Marina, la madre de Germán Emilio, poderoso director de El Caribe, todos trabajaron para restablecerle dicha pensión, la que le fue aumentada a 100 pesos por el Consejo de Estado el 7 de febrero de 1963, pero ya tenía un pie en la tumba, pues contaba con 83 años. Murió el 12 de marzo de 1964.
Termina Don Max con su perfil de Mercedes con estas palabras reveladoras del culto y la amistad que los Henríquez Ureña profesaron a esta profesora y a su hermana Antera, quienes asistieron a Salomé Ureña cuando la poetisa fue a Puerto Plata en 1896 en busca de salud, acompañada de Pedro y Max. De ahí datan esos recuerdos: «Mercedes había adquirido con sus ahorrillos una casita campestre en Cedarville, en el estado de New Jersey, y allí se aislaba por temporadas para vivir acariciada por sus recuerdos, cuando no, buscaba calor y abrigo en Nueva York, en casa de alguna de sus sobrinas. Fue en el hogar de una sobrina donde la vi por última vez, hace ya algunos años. Ella había llegado del campo la víspera de mi visita. Me tendió las dos manos y conversamos después largo rato. Hablamos de mi hermano, por cuya amistad siempre tuvo predilección.» (Ibíd., p. 11).
¿Ven qué espíritu más pragmático? Se compró una casita campestre en Cedarville, de cuatro acres, como informa ella misma en su pequeña Autobiografía. Reminiscencias, escrita para introducir los trabajos que componen el libro del libro “Vida y pensamiento”, a sugerencia de su ex discípula Marina Coiscou, figura que dinamizó la publicación de la obra nada menos que en el periódico de su hijo. La obra fue publicada gracias a los donativos que hicieron las alumnas de Mercedes Mota cuando fue su maestra en Puerto Plata, cuya lista casi completa la aporta Ilonka Nacidit-Perdomo en su artículo “Mercedes Mota, del pasado al porvenir”, publicado en Acento.com.
He aquí a una mujer pragmática, cuyo sentido de previsión le hizo tener un oído puesto siempre en lo que pudiera suceder. Su retiro en Cerdarville le permitirá la expansión de sus más íntimos anhelos los fines de semana soleados y huir del bullicio de la ciudad, pero también estar atenta a la evolución de sus sobrinas y su respectiva familia, como madre sustituta obligada por las circunstancias y por la lealtad invisible a su madre y hermana. (Ver las fotos que ilustran este trabajo, cortesía de Ilonka Nacidit-Perdomo. Lo más importante es saber quién las tomó).
Analizaré en el más mínimo detalle esas “reminiscencias” muy bien seleccionadas por el inconsciente de Mercedes Mota, quien se tallará, a su medida, una biografía heroica del padre que obedece más a las leyes de la novela familiar que a la realidad brutal, traumática y vergonzosa de modela siempre a los niños abandonados.
Trataré de desbrozar el “tabú” del padre asiático y los remanentes de unos ancestros heroicos de la madre y cómo, de La Vega, María Socorro Mota, o más bien de la Mota, si juzgamos por el pasado aristocrático de sus padres, llega a Quita Espuela, de San Francisco de Macorís, bien monte adentro para la época, donde hoy está situada la famosa finca ecológica de la familia Moreno-Portalatín. En fin, veremos que la autobiografía de Mercedes Mota es deudora de la sicogenealogía en varios aspectos. (Continuará).