La librería La Trinitaria, de reconocida trayectoria para proyectar los valores nacionales, presentó recientemente la obra intitulada La identidad lingüística de los dominicanos.
Se trata de la nueva aportación de Orlando Alba, natural de Licey al Medio, jurisdicción de Santiago, y catedrático actualmente de la materia Lingüística Hispánica en el departamento de Español y Portugués en la Universidad de Brigham, en Provo, Utah, Estados Unidos, institución que auspició la edición de la obra con la librería La Trinitaria de Santo Domingo, ediciones del 2009.
Alba laboró durante 17 años en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de Santiago, con señalado éxito. Antes había recibido una formación académica de gran solidez, tanto en el país como en el extranjero.
En el 1985 recibió una beca Fullbright, de investigación, que le permitió llevar a cabo trabajos de lingüística en universidades de Pennsylvania y Filadelfia.
La presentación de La identidad lingüística de los dominicanos tuvo lugar recientemente en los salones de la Casa de los Jesuitas, zona colonial de Santo Domingo.
En esta nueva producción, Orlando Alba destaca particularidades de nuestra habla, en varios aspectos y los explica desde el punto de vista fonético, ortológico, sintáctico, etcétera.
El contenido de este estudio se extiende desde su afirmación, de entrada, de que no existe un dialecto superior a otro, hasta culminar en el capítulo ocho, con el enfoque del lenguaje sexista, que lo distingue así: Los dominicanos y las dominicanas.
Ahonda en la inquietud acerca de si existe un español típicamente dominicano.
Casos de sintaxis, dice, son el relieve en algunos de los dialectos del Caribe Hispánico. Pero aparte de ciertos rasgos, en el léxico existen unidades también que, si no son exclusivos, al menos se utilizan en las formas más generalizadas y frecuentes en un país que en otros. Afirma, que por lo menos, se asocian en seguida con Cuba los términos: boniato, chico, fruta bomba, guajiro, marañón.
Con Puerto Rico: chiringa, monga, nene, pon (forma de transporte gratis).
Y con la República Dominicana: cajuil, chichigua, concho, yipeta y bola (igual al pon de los puertorriqueños).
Alba condena el error frecuente de mezclar fenómenos lingüísticos diferentes. Afirma que el español de los dominicanos comparte la mayor parte de sus unidades léxicas con el resto del mundo hispánico
Basta pensar en miles de sustantivos de alcance pan-hispánico: cabeza, camisa, libertad, arroz, libro; adjetivos: como sabio, verde, caliente, grande, bueno; verbos como estudiar, dormir, ver, amar, comer, tener, bailar; y numerosos adverbios: lejos, sí, mucho, mañana, subrayó el autor.
Algún que otro, afirma, podría corresponder al español estándar para expresar la idea de modelo, lo que se considera normal o está generalizado.
Pero afirma que una variante sin prestigio señala como lo que utilizan los sectores socialmente bajos de las ciudades y los residentes en zonas rurales, es llamado no estándar e incluso sub-estándar.
El autor hace un pormenorizado estudio del pesimismo frente a la lealtad lingüística del hablante nacional, algo que envuelve complejo de inferioridad lingüística, que provoca un fenómeno de ultra o híper corrección, que arrastra esa situación:
Paisaje: parsaje
Estral (del sub-código del beisbol): hace le cantaron los estrales.
Orlando Alba maneja hacia al final los temas de los préstamos lingüísticos (capítulo nueve) y lenguaje sexista (capítulo diez).
Refiere que a pesar de la actitud de los puristas no es posible mantener un idioma totalmente puro. Si ahora el mayor influjo es del inglés, antes lo fue el francés y en su momento el italiano, exponente de las artes y de las bellas letras. Y el mismo latín, que se dispersó tanto, había asimilado bastante del griego.
El autor expresa que: La lengua ejemplar que debe seguir de modelo a los dominicanos, no es la que rige en otras partes, sino la versión culta que se practica en el interior del propio país. En definitiva, el español estándar es inclusivo y no exclusivo, finaliza el expositor.