El mundo en su diversidad de medios de comunicación escrita, visual, radial y cibernética se ha concentrado en la imagen del Papa Francisco, peregrino contemporáneo de la búsqueda de la reconciliación y del diálogo entre el mundo cristiano católico y político, pero también con los sectores de la laicidad. La estrategia del alcance a todos en la diversidad del pensamiento y de las creencias confesionales no fue difícil en concebir, ya que Francisco por su misma personalidad de “ser humano del diálogo y de la apertura” tiene el encanto y la sencillez verbal, gestual, para llegarle a la gran diversidad de los seres humanos, sin importar sus orígenes sociales y sus referentes étnicos culturales. Su primer compromiso es un llamado a la integración de la juventud en los espacios del siglo XXI en los que se decida, se piense y se construya las dinámicas de nuevas generaciones para que trabajen y estudien en el aprendizaje ético de la tolerancia, la justicia, la convivencia y la paz, priorizando el respeto a la vida.
La vida, herencia de la creación de Dios que debemos defender bajo ese paradigma cristiano del respeto al mundo ambiental, medioambiental, y ese llamado lo hizo con ilustraciones claras para la preservación del agua de los ríos, de los mares. Es ahí donde abordando un tema compartido por los sectores laicos ecológicos, por los sectores medioambientalistas y políticos, que Francisco logra asociar el campo espiritual con el campo material a través de una idea que siempre unifica: ¡Salvar el Planeta!
Claro está, que con ese acercamiento entre jóvenes del mundo, desde La Habana, Santiago de Cuba, y Estados Unidos de Norteamérica, tiene el significado de que los acuerdos del diálogo y de la diplomacia retomada por las nuevas generaciones estadounidenses y cubanas, viene a significar una construcción de un mundo nuevo que supere las divisiones de las ideologías y de las religiones. Estos encuentros realzan la importancia de la presencia latinoamericana en Estados Unidos y, también, sirve para desarrollar una convivencia que unifique las iglesias cristianas, evangélicas y católicas en una visión moderna de la sociedad con los desafíos del siglo XXI, donde urge garantizarle educación y trabajo a la juventud.
Francisco lo dijo claro: El trabajo y la educación son instrumentos fundamentales para combatir la violencia, la delincuencia y las guerras. La importante visita a La Habana, pone en evidencia la capacidad de las autoridades cubanas en protagonizar este momento histórico, confirmando una vez más que Cuba sabe proteger sus fundamentos revolucionarios y participar en los cambios y las evoluciones del mundo, colaborando generosamente y firmemente en la integración de las exigencias del mundo global, sin perder sus principios socialistas ni su identidad.
El mensaje de Francisco, sus acercamientos no hubiesen podido lograrse sin la colaboración inteligente y entendida de dos mandatarios que ayer eran todavía los símbolos de la guerra fría. Raúl Castro y Barack Obama quedan ante la historia para siempre como los forjadores de las nuevas direcciones del mundo occidental, a partir del reencuentro y del diálogo diplomático, y del levantamiento de un embargo que ya no tendría razón de ser.
El Papa Francisco lleva su mensaje espiritual, abierto y humano, porque esos dos jefes de Estado han dado la señal política que esas dos naciones hasta hace pocos días antagónicos, y en el presente comprometidas a garantizar una nueva era de paz, e ir poco a poco saliendo de las huellas y de los obstáculos dejados por la guerra fría.
Todo esto es una plataforma ideal que no se puede desperdiciar, pero tampoco podemos pecar de excesos de sueños y de ilusionismo, ya que ni Raúl Castro ni Barack Obama, ni Francisco son magos. Este lanzamiento de ideas, propuestas y buenas intenciones, no puede esconder la dramática situación migratoria que se imponen en estas dos primeras décadas del siglo XXI. Estamos atrapados en un contexto en el que nadie tiene la solución ideal, ni tampoco los recursos necesarios. Ahora mismo, Europa está enfrentada a una velocidad insostenible de llegada de refugiados que provocan soluciones inmediatas de acogida, sin los recursos estructurales para asimilar con dignidad este gesto tan generoso.
Pero, ¿qué puede hacer un alcalde de una ciudad de 30,000 o 50,000 habitantes donde llegan de repente 10,000 refugiados? ¿Cómo enfrentar el contexto de urgencia con soluciones humanas para que podamos ir más allá de la emoción? El problema migratorio abarca todo, y señala lo tanto que hemos tardado en responder a una tragedia galopante, que viene creciendo desde hace más de 20 años. Hoy día, Francisco abrió conciencia y esperanza frente a este drama. El mundo político y económico debe ponerse al servicio de este llamado humano. Cómo hacerlo? Nadie tiene la solución, y Europa solo tiene una parte de la solución, el mundo político y geográfico en su totalidad hemisférica tiene que plantearse elementos concretos y de manera pragmática, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelandia y las fuerzas económicas del mundo con dinámica de desarrollo y espacio geográficos, deben de empezar a construir propuestas de acogida migratoria y de respaldo a este flagelo de este siglo.
El contexto internacional demuestra que no hay un país que por ser más desarrollado que su vecino, no tenga la problemática y las consecuencias de la acogida migratoria. Pero debemos matizar, no todos los países fronterizos por tener fronteras, deben asumir sin posibilidades estructurales y económicas flujos migratorios ilegales y descontrolados. Creemos profundamente que ponerse a trabajar en el plano internacional con disciplina científica y diplomática un consejo medidor y mediador de los contextos migratorios, sin ideologías que condenen antes de conocer y analizar los contextos. El Papa Francisco retomó todos los expedientes delicados y complejos que enfrenta la humanidad. Sus consejos, sus declaraciones y participaciones colocan gotas de dignidad y compromisos frente al drama de las guerras, del éxodo y de la miseria. En el Evangelio podemos encontrar la fuerza para buscar las acciones correctas que nos faciliten el camino por la paz, la convivencia pacífica y la unidad humana.