VIRGILIO ÁLVAREZ BONILLA
Parece que la famosa silla bautizada de ese modo por el presidente Joaquín Balaguer, tiene nueva vez varios aspirantes con deseos de ocuparla, pese a que los alfileres cada vez más peligrosos y puntiagudos ocasionan serias incomodidades a los usuarios que logran poseerla aunque sea temporalmente.
La silla, añorada por muchos, solo podrá tener un solo ocupante a partir del 16 de agosto venidero. Sus deseosos pretendientes dicen poseer soluciones eficaces para mejorar el estado de su incómodo asiento de filosas puntas, sin que ello parezca importarle mucho a los que vehementemente desean usarla.
Las ofertas llueven por doquier, si algunos alfileres del desempleo molestan, existen quienes poseen la solución para extirparlos. Los aspirantes saben cómo hacerlo, aunque la fórmula que pretenden usar es tan particular, que nadie más que ellos la pueden descifrar. Los pinchazos que hacen daño en la seguridad pública ya no serán problema, pues todos los pretendientes al uso de la silla tienen soluciones capaces de corregir este grave mal que afecta sensiblemente a toda la ciudadanía. ¡Y ni hablar de la pobreza! Desde ya encontramos fórmulas mágicas que resolverán de una vez por todas los padecimientos y penurias que sufren nuestros desposeídos. Unos proponen compensar a los pobres con amplios programas de viviendas populares, eficientes mercados alimentarios a reducido costo, y la concebida mejoría en la salud pública y en la educación a que estamos acostumbrados; en fin, no se sabe cuántas cosas más se prometerán de aquellas que se escuchan constantemente y con frecuente acopio demagógico en la voz de los aspirantes al famoso trono de alfileres.
¡Pobres de los pobres dominicanos! que tienen que seguir viviendo de quimeras esperanzas. Los repartos de animales, papeletas y alimentos que por lo menos alivian temporalmente los estómagos de algunos pobres, se justifican como parte de un sistema cuyo principal auspiciador lo concibe como la manera más efectiva de penetrar en el electorado. No estamos en contra de ese, o cualquier otro sistema que los aspirantes utilicen para crear adeptos. Por demás cada quien está en su derecho de gastar sus dineros como le venga en gana; los que me parece denigrante es la forma de hacerlo. La falta de discurso que se percibe entre los candidatos a heredar el trono de alfileres, es notoria y preocupante, sobre todo en aquellos que pretenden desplazar al actual ocupante. Ninguno ha dicho nada nuevo ni nada que no está en los planes del candidato oficial y actual Presidente de la República. La propuesta de la oposición es muy simple, uno propugna por transformaciones que en su mayoría este gobierno ha realizado o que se sabe están en vías de cristalizarse. Otros con más simpleza en sus propuestas aspiran convertirse en una especie de Robin Hood político, que al fin y al cabo encaja mejor dentro de las circunstancias.
Los dominicanos presenciaremos en esta campaña electoral muchas ofertas descabelladas que a la larga forman parte del folclor de esta fiesta democrática. También seremos testigos de inesperadas sorpresas de alianzas y apoyo a las candidaturas que llegado el momento tengan reales oportunidades de sentarse en el sillón de alfileres de Palacio. Viviremos en los próximos meses la inevitable guerra de encuestas a que estamos acostumbrados, donde los aspirantes se repartirán los beneficios numéricos de las mismas, en su afán de probar los pinchazos que tanto gustan por su delicado aroma de poder.
La realidad electoral dominicana es otra muy distinta a las promesas propias de la época. El presidente Leonel Fernández es un candidato fuerte, encabeza todas las encuestas hasta ahora conocidas y que puedan tener algún viso de credibilidad. Su posición privilegiada lo sitúa muy lejano de los demás aspirantes, por otra parte, sus realizaciones como gobernante son el mejor aval con que cuenta para mantenerse sentado en la famosa silla. Convencido como estamos de que Leonel seguirá como principal inquilino de Palacio, creemos que la silla de Balaguer continuará con su actual ocupante para provecho de nuestro país, que camina firmemente hacia un progreso sostenido.