Porque políticos y politólogos pierden tiempo, hacen perderlo y desconciertan, rebuscando formulas basadas en encuestas interesadas cuando las elecciones 2024 están entre Abinader o Leonel, ambos boschistas. Abinader está compelido a ser candidato del PRM, derivado del PRD que Bosch fundara inspirado en izquierda democrática y hermanado con Alianza Social Demócrata que le aportó personalidad jurídica.
Las similitudes de filosofía, actitudes, comportamientos y praxis justifica lo escuchado popularmente: Que PRM es lo mismo que PRD.
No vislumbrándose otro candidato PRMista capaz de aglutinarlo internamente, Abinader está compelido a concurrir so pena de llevar su partido a una vergüenza electoral y le proporcionaría una deshonrosa factura histórica.
Bosch abandonó PRD para constituir PLD después abjurar democracia, abrazar dictadura con apoyo popular y postular liberación contra el pentagonismo.
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Leonel abandonó PLD para fundar Fuerza del Pueblo. Pero a diferencia de escisión PRD->PLD, la del PLD->FP no conllevó cuestionamientos filosóficos, éticos o programáticos; sino conflictos dirigenciales ante seguidores cautivos.
Ese caudal electoral cautivo PLD-FP votará por quien ofrezca posibilidades triunfo. No conspirará contra sí mismo. Se volcará por quien se identifique con sus intereses; pacten o no sus dirigentes.
Lo demás es elucubración comparable con discusiones bizantinas, así llamadas porque mientras el imperio otomano conquistaba la ciudad greco-helenística de Bizancio (hoy Estambul) líderes bizantinos discutían el sexo de ángeles.
O búsqueda de posicionamiento de la veintena de partidos que mantiene vigencia parasitaria a mayoritarios; haciendo muchos ruidos teniendo pocas nueces.
No se vislumbra escenario “emergente” alguno después del fracaso de soluciones improvisadas en latitudes suramericanas, siendo Chile su representación más notable.
Nuevamente tendremos un choque de trenes entre descendientes boschistas.
La única posibilidad de modificar este escenario dominado por herederos partidarios de Bosch, no de la praxis de este durante su efímero Gobierno, de las expresiones políticas, especialmente fiscal, emanaría de un reformismo aferrado al socialcristianismo enriquecido con praxis reformista.
Lamentablemente para la nación, y dolorosamente para quienes labramos esa articulación, los reformistas no están en reformismo, sino ofertándose a descendientes del boschismo.