La marginalidad muestra su rostro más deprimente en El Caliche de Villa Duarte, en Santo Domingo Este, con el hacinamiento, inseguridad, desempleo y donde a la menor lluvia sus habitantes tienen que abandonar sus hogares para no morir ahogados por el desbordado de una cañada que atraviesa al sector.
Aquí no las bonanzas de más de 20 años de crecimiento sostenido de la economía dominicana. A pesar de estar ubicados apenas a cinco minutos del centro político y económico, en el Distrito Nacional.
Adelisa Guzmán, de la Junta de la Vecinos, cita que la pobreza en su máxima expresión es el problema mayor en El Caliche, debido a que de ahí se desprenden otras dificultades como delincuencia, enfermedades, falta de educación y de viviendas.
La dirigente comunitaria lamenta que el Gobierno central ni la Alcaldía de Santo Domingo Este atienden a los habitantes de El Caliche, pese que carecen de todo.
En el barrio sobreviven por la gestión de la Fundación Futuro Cierto que dirige Fray José María Guerrero, que gestiona la reorganización integral de asentamientos humanos en áreas marginales del país para convertirlos en modelo de vecindario comunitarios dignos.
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De igual modo, priorizar el cuidado y protección del ambiente con la promoción del crecimiento personal de sus moradores y el desarrollo de la comunidad.
La señora Silveria Montero narra que desde que se nubla tienen los nervios de punta, porque cuando llueve deben abandonar sus casas debido a que La Laguna, como llaman a la cañada, se desborda y las aguas residuales y pluviales inundan todo.
“Da pena cuando llueve, yo quisiera que ustedes vengan para que vean las camas anegadas de aguas negras, quisiera que alguien se conduela de nosotros”, exclama.
Manuel Vargas, quien habita la casa número 13, explica que desde el 2002 por la laguna bajan las aguas desde el hospital Darío Contreras, Los Tres Ojos, La 25 de Febrero, del Faro a Colón y otros lugares aledaños, año en que se intentó sanearla, pero que el trabajo no concluyó.
Bryan Alfredo Felix, boxeador profesional, define al sacerdote Guerrero como un ángel que mandó Dios a La Laguna, quien se ha dedicado a reparar viviendas en mal estado, dar que comer a los más vulnerables, sobre todo niños y ancianos, entre otras ayudas. Dan testimonio de que el cura se entrega en cuerpo y alma para las personas enfermas, sobre todo, aquellas con males terminales como el cáncer.