Dentro de la coyuntura política actual, la decisión que tome el presidente Luis Abinader con respecto a su participación en el próximo proceso electoral del 2024, tiene indudable importancia. En tal sentido, sin que esto represente en modo alguno una opinión personal de aprobación o rechazo, me limito a expresar que, a mi humilde criterio a Luis se le hará cuesta arriba decir que no.
Esto así, porque nadie debe pasar por alto los intríngulis de la política y del poder. Razón por la cual, en muchas ocasiones las decisiones pueden estar condicionadas a situaciones que escapan de lo esencialmente personal. La historia nos enseña que muchos dirigentes o líderes se han visto en la necesidad de supeditar sus deseos individuales a los grupales. Les hayan perjudicado o beneficiado.
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Al margen de lo que cualquier ciudadano en su justo derecho pueda entender y de las condiciones de los diferentes aspirantes a candidatos presidenciales, en el caso específico de Luis, tanto de manera individual como su partido de forma institucional, podrían estar tomando en cuenta algunos aspectos. Además de lo señalado anteriormente, los siguientes:
Primero. Que las mediciones que se conocen públicamente dan cuenta de que tiene una aceptación favorable. Segundo. Que la constitución le otorga el derecho de poder optar una vez más. Tercero. Que él es el único de los que han ejercido la presidencia de la República y están vivos, que no ha promovido ni ejecutado cambios en la constitución que lo favorezca.
Aprovecho para introducir otro tema que aunque luzca fuera de contexto, está íntimamente ligado a lo anterior. El de la jubilación política de los ex presidentes. Que aunque algunos sectores no le dan la importancia requerida, si la tiene. Me refiero a cuando los ex mandatarios pierden el derecho de volver a ejercer la presidencia por vía constitucional.
Fíjense bien. En nuestro país, alrededor del 70 por ciento del apoyo que recibe un determinado líder, está sustentado en sus posibilidades de alcanzar el poder. De ahí que, cuando quedan agotadas sus posibilidades constitucionales de acceder nueva vez a la primera magistratura, gran parte de esos respaldos se esfuman. Por esa razón, aun manteniendo simpatías en determinados segmentos, pierden la capacidad de decidir, incluso hasta en sus propias organizaciones.
Mientras los ex presidentes no tienen impedimentos constitucionales o legales de volver a ser opción de poder, mantienen vigencia. Pocas o muchas. Pero desde que pierden esa posibilidad, no solo la sociedad, sino sus propios seguidores los jubilan. Por situaciones como esa suceden cosas que ni siquiera dirigentes logran entender. Porque este es un país con condiciones especiales o particulares y donde algunos tienen visión tubular.
Volviendo al tema principal, Luis habrá de decidir próximamente lo que entienda más conveniente sobre su participación en el proceso del 24, o bien podría dejarlo en manos de su partido. Tiene derecho a escoger cualquiera de las dos opciones. De todas maneras, como está ligado al futuro del país, hay que pedirle a Dios que lo ilumine en adoptar la decisión precisa. Siempre para beneficio de la institucionalidad democrática.