Muchos escritores, jóvenes y viejos, escriben pensando en “otros escritores”. Algunas veces en literatos extranjeros de gran prestigio; otras, en escritores dominicanos que se consideran “modélicos”. Unos son héroes políticos de la época de Trujillo o ejemplos de transgresión de las normas tradicionales de conducta. Algunos hombres de letras son más conocidos por su “vida bohemia”, o por sus particularidades sexuales, que por la calidad de la literatura publicada bajo su nombre. En realidad, se trata de un equívoco; se aprecia más el continente que el contenido; es como tomar de la fruta la cáscara y, a la vez, despreciar la masa fundamental.
El centro de la literatura ha de ser siempre la vida: vida personal, vida colectiva, vida histórica. Esas tres realidades encabalgadas deberían bastar. Pero muchos hombres de letras entran a un “colmadón” y no fijan sus ojos en el colmadón mismo y en sus parroquianos. Un auténtico escritor puede encontrar su libertad expresiva en asuntos que nos parezcan triviales. Por ejemplo, los pantalones estrafalarios de una mujer gorda. La señora vestía unos pantalones con una pierna verde y la otra roja; los colores de las piernas confluían en las nalgas de la señora que, al ser gorda, eran entonces más visibles. Esto no turbaba para nada a la sonriente y desinhibida mujer.
Encaró al escritor diciendo: ando buscando apio, jengibre, anís de estrella, cilantro ancho, para preparar una sopa fuerte a mi marido, que se me duerme a cada momento; ya está jubilado y pasa demasiado tiempo en una mecedora. Cuando yo llego, él revive. ¿Mujer, que has traído, que tienes entre manos? Soy portadora de la alegría de mi viejo; nuestros hijos viven, uno en Santiago, otro en Nueva York. Los vemos sólo de vez en cuando.
El cajero del supermercado preguntó: ¿Señora a qué equipo pertenece el uniforme que usted usa? –Pues joven, sepa usted que desde niña uso pantalones de dos colores. Mi madre los compraba en Bonao y los llevaba a mi pueblo. Es el uniforme de los que disfrutamos de la vida, sin contar demasiado con las opiniones de extraños. Los que están uniformados son ustedes: usan cachuchas de propaganda, camisetas del Che Guevara, zapatos de tennis.