El 26 de enero de 2020 el mundo del deporte se paralizó ante la noticia de la muerte de Kobe Bryant, la estrella de los Lakers de Los Ángeles, campeón olímpico en dos ocasiones, quien murió junto a su hija Gianna, de 13 años, y otras siete personas en un accidente de helicóptero.
La Junta Nacional de Seguridad en el Transporte determinó que la causa probable del accidente fue la desorientación espacial del piloto en unas condiciones de visibilidad limitada. Se descartaron otros factores, como el estado del helicóptero, que se encontraba en buenas condiciones y cuyos motores y controles funcionaban correctamente.
También leer: Kobe Bryant cumpliría hoy 43 años; vea cómo lo recordó su esposa
La estrella de la NBA de 41 años viajaba en su helicóptero privado Sikorsky S-76 cuando se desplomó sobre la ciudad de Calabasas, ubicada en el condado de Los Ángeles, California.
Tras el accidente, se produjo un incendio: el personal de emergencia respondió, pero se informó que nadie a bordo sobrevivió.
Historias de Kobe Bryant
De admirarlo a querer humillarlo: la especial relación con Jordan
La relación entre Jordan y Kobe siempre fue única. Bryant creció admirando a Su Majestad, queriendo ser como él, en todo. Con su habitual obsesión siguió cada paso e imitó cada acción y gesto técnico. Hasta el punto de existir un video que impacta por las similitudes entre ambos: la forma de correr, cómo postearse, el lanzar tirándose hacia atrás, la manera de atacar línea final y dejar la bandeja pasada, el tic de sacar la lengua, el amagar y usar movimientos de pies, la acción de pararse y tirar, el estilo tan particular de cómo atacar el aro y volcarla, y hasta el abrir los brazos en señal de “estoy imparable”…
Cuando Bryant llegó a la NBA, en 1996, MJ se dio cuenta rápidamente de que era distinto, que estaba en su camino para hacer historia. “En mi mente, pese a que tenía 18 años, estaba la idea de que podía destruirlo”, admitió KB. Lo notó el 23 y le marcó los límites, sobre todo cuando escuchó “este chico es el nuevo Michael Jordan”. Hasta el punto de querer humillarlo en la cancha, para demostrarle básicamente quién era el rey de la selva. Así se vio en cada uno de los primeros enfrentamientos, incluido el All Star del 98, el primero de Kobe, durante la última temporada del 23. Kobe recuerda que en la primera jugada MJ lo hizo ver mal con un amago y conversión. “Sonreí y me dije ‘esto lo vi miles de veces, no puedo creer que caí en su trampa’. Ahí entendí que debía trabajar mucho más…”, aceptó. Así empezó un ida y vuelta entre ellos, que incluso consejos que MJ le dio, cuando su adversario lo consultó, por caso, cómo hacía para realizar la clásica jugada de poste bajo en la que se alejaba con su famoso fadeaway (tiro hacia atrás, en suspensión) ni bien sentía el contacto físico. “Primero tenés que sentir al defensor con tus piernas. En ese momento sabrás hacia dónde girar”, fue el tip que le dio. Kobe, entonces, no paró de entrenar el movimiento hasta hacerlo propio y perfeccionarlo.
Cuando Jordan regresó a la NBA, tras su segundo retiro, para jugar a los 38 años en Washington, el 24 iba camino a la cima de su carrera. Pero, igualmente, Mike quiso demostrarle que seguía vigente, a la altura de los mejores, justamente uno de sus objetivos del retono en 2001. En la segunda temporada en los Wizards, en el primer duelo entre ambos, MJ jugó muy bien, saliendo del banco, y terminó con 25 puntos (9-14 de campo) en apenas 30 minutos, siendo decisivo en el sorprendente triunfo ante los Lakers por 100-99. Bryant, con 24 años , casi 16 menos que MJ, jugó mal y terminó con 8-21 de campo para 27 puntos que no evitaron la derrota. Cuando se iban de la cancha, cuenta Gilbert Arenas, quien se convertiría desde 2003 en la estrella de Washington, MJ le regaló sus zapatillas (Jordan 8) a Kobe y le dio una palmada en la cola mientras le dejó una frase repleta de burla. “Puedes usarlas, pero nunca las llenarás”. Pareció un chiste, pero le pegó tan fuerte a Bryant que, por días, no les habló ni a sus propios compañeros. “No es con ustedes el problema. Es que Jordan le dijo que ‘puede imitarlo todo lo que quiera, pero nunca podrá igualarlo”, los tranquilizó Phil Jackson, según relató Arenas.
Todos, entonces, miraron el fixture y cuando volverían a cruzarse con los Wizards. Sería casi cinco meses después, en Los Angeles. Kobe marcó ese partido en el calendario. En rojo. “Ellos me dijeron que ya sabían lo que pasaría cuando volvieran a enfrentarse”, relató Gilbert. Como era de esperar, cuando llegó ese momento, el 24 se encendió. Fueron 55 puntos, ¡42 en el primer tiempo!, con 15-29 de campo y 9-13 en triples. Un verdadero recital en la cara de un Jordan que ya había cumplido 40 años. MJ sumó 23 tantos, con 10-20 de campo, y jugando la friolera de 41 minutos. La revancha se había consumado. Una vez más. Y hasta el 23 la había sufrido. “Kobe era un psicópata, así de simple”, resumió Arenas.
No es casualidad que un mes antes, el 9 de febrero, Kobe arruinara el último All Star de MJ. Fue en Atlanta, cuando Jordan anotó un golazo sobre Shawn Marion, uno de los mejores defensores del momento, para darle la ventaja al Este, faltando tres segundos en el suplementario. Ese tiro ganador, en suspensión, a días de cumplir 40 años, parecía ser un nuevo capítulo hollywodesco en una historia llena de momentos épicos, pero una jugada final de Kobe, con falta, le permitió meter dos libres y forzar un nuevo tiempo extra, en el que Bryant completaría la faena para quitarle el triunfo y el MVP a su maestro –quedaría para Kevin Garnett, del Oeste-. Aquel partido también es recordado por los duelos que tuvieron en cancha. Y el diálogo, entre risas, que pudo escucharse por los micrófonos de la NBA.
MJ: “Eso fue falta, todo el día…”KB: “Oh, sé que no hablás en serio, sé que no lo hacés”MJ: “Eh, ojo, vos sólo tenés tres (anillos), yo tengo seis. Esa es falta, la voy a tener. No te olvides que hoy tenés tres…”-KB: “Sé lo que estás haciendo… La próxima tenés que tirar más rápido”.-MJ: “Si sabías lo que iba a hacer, ¿por qué te comiste la finta?”.-KB: “Mike, después de amagar, ¿adónde vas a ir?-MJ: “Levantaste tus pies, los olvidaste”-KB: “¿Pero yo me di vuelta (en la jugada)? En serio, ¿adónde vas a ir?”-MJ: “Por vos voy a ir. Voy a ir por tus costillas”
Así era en la cancha, pero afuera fue distinta la historia. Incluso, en noviembre del 99, se reunieron para que MJ le diera consejos. Por pedido de Phil Jackson, quien creía que Kobe estaba pasando por un momento que Jordan había superado antes de empezar a ganar campeonatos. Fiel a su personalidad, competitiva hasta en las palabras, Bryant rompió el hielo con una frase de su estilo. “Hey Mike, ¿cómo estás?¿Vos sabés que yo podría patearte el trasero en un 1 vs 1, ¿no?”. El mejor de todos los tiempos sólo atinó a sonreír. Ya retirado, con nada por demostrar, prefirió dejar de lado su ego. “Seguramente así sería. No estoy jugando hace un tiempo…Pero acá lo importante es que podemos charlar para que aprendas de los errores que cometí”, le dijo Su Majestad, quien se sentía identificado en muchas cosas suyas que veía en Bryant. Así lo contó Phil Jackson en su libro Once Anillos.
También leer: La herencia de Kobe Bryant, a un año de su muerte: Autos de lujo, demandas a resolver y un conflicto que traba la sucesión
“Crecí viéndolo jugar, admirándolo y desde aquel día tuvimos una relación muy especial”, admitió Bryant, ya siendo un ganador consumado, agradeciendo el legado. MJ lució devastado tras su muerte. “No puedo describir mi dolor. Amaba a Kobe, era como un hermano menor. Solíamos hablar seguido, lo voy a extrañar. Era un competidor feroz, uno de los más grandes, una fuerza creativa y un papá increíble”, escribió Michael tras la noticia. En el homenaje que se realizó tiempo después en el Staples Center, fue el más emocionado, el que más lloró. Seguramente porque admiraba su pasión, que su pupilo lo amara tanto y tuviera semejante devoción por ser como él. Valoraba que le hubiese copiado cada cosa de su juego y hasta ese desafío de querer hasta superarlo… “Kobe era apasionado como nadie. Y quiso ser el mejor jugador que podía ser… Solía mandarme mensajes a las 3 de la mañana. Una locura. Pero aprendí a quererlo y traté de ser el mejor hermano mayor que pude ser. Todos querían hablar de las comparaciones conmigo, yo sólo quería hablar con él”. Así, con el corazón en la mano, cerró un discurso hermoso que, más allá de Bryant, dejó de moraleja para tantos jóvenes: aprovechen cada día, cada hora, para ser mejores en lo que aman, para ser mejores en la vida, para pasar momentos con los seres que aman. Así lo hicieron Michael y Kobe. Y eso los unió siempre.
Una ética de trabajo nunca vista: lecciones que cambiaron carreras
En búsqueda de esa perfección, Kobe era capaz de cualquier cosa, de esfuerzos que casi nadie pudo hacer, al menos con su consistencia. Así lo demuestran las decenas de relatos que hay en ese sentido. Phil Jackson asegura que, un día llegó temprano al entrenamiento, y Kobe estaba durmiendo en su auto, en el estacionamiento. Se había quedado hasta altas horas de la noche en una rutina personal, no incluida dentro del plan del equipo, y como sabía que al otro día, a primera hora, tenía que volver a practicar con sus compañeros, prefirió quedarse, reclinar el asiento y dormir ahí. Phil lo invitó a desayunar antes del entrenamiento. “Tenía que admirar su dedicación y ganas. Momentos así nos unieron mucho. Kobe estaba antes que todos y por eso nos gustaba desayunar juntos, antes que llegaran los demás”, contó en el New York Post quien sería el maestro que terminó de darle las herramientas para llegar al máximo nivel.
Estas epopeyas se repiten en boca de sus compañeros. “Se levantaba a las cinco de la mañana, se pasaba cuatro horas trabajando en sus movimientos y practicando lanzamientos en la cancha, y después levantaba pesas en el gimnasio durante dos horas. Después se iba a su casa a comer y descansar un rato para luego volver a seguir tirando otro largo rato. Así cada día”, recordó Horace Grant, quien también compartió equipo con Jordan pero se vio sorprendido por el profesionalismo de Kobe. “A veces llegaba y estaba haciendo movimiento sin balón, cortando o haciendo que driblaba o tiraba. Yo pensaba que era absurdo, pero no tengo dudas que a él lo ayudaba”, agregó Shaq, quien justamente estaba lejos de Bryant en el sacrificio diario que se ponía en el trabajo.
Jason Williams, un base que fue el pick #2 del draft 2002, fue testigo en persona de esa incansable ética de trabajo. “Yo, en mi carrera, siempre traté de trabajar más que los otros, era mi forma de diferenciarme o dejar mi huella. Recuerdo que un día enfrentábamos a los Lakers en LA y el partido era a las 7. Entonces, dije, voy a ir a las 3 y me voy a asegurar que voy a meter 400 lanzamientos. Claro, enfrentábamos nada menos que a los Lakers campeones de Kobe y Shaq. Llegué al estadio y ¿a quién vi? A Kobe. Estaba trabajando hacía un rato. Pero no así no más, para calentar, o de forma vaga. Estaba practicando a velocidad de juego, haciendo uno y otro movimiento. Me senté, desaté los cordones y dije ‘voy a ver cuánto dura esto’. Me quedé mirando y a los 25 minutos terminó… Me fui, me senté en el sauna y me preparé para el partido. Kobe nos metió 40 puntos en aquel juego y cuando me lo crucé tuve que preguntarle”, contó.
El Kobe más humano: regalos y atenciones de un pibe generoso
Bryant también se hizo famoso en el ambiente por algunos gestos fuera del campo que sorprendieron a muchos y que la gran mayoría nos enteramos luego de su muerte, cuando los protagonistas de las historias comenzaron a relatarlas. Tenían que ver con regalos que dio o atenciones que tuvo, mostrando su lado más humano, más de pibe con mundo, un muchacho empático al que le importaban las relaciones sociales mucho más de lo que parece. Claro, uno lo venía en la cancha, como una máquina de competir –y ganar-, pero en los momentos en que los árbitros no sonaban el silbato o, antes y después de los juegos, se encendía otro Kobe. El más humano. Anécdotas hay varias pero la contada por Chandler Parsons hace días refleja esta faceta menos conocida del astro.
Cuenta el alero, hoy retirado tras una seguidilla de lesiones que lo sacaron de las canchas, que en el primer partido que lo enfrentó, con los Rockets, los compañeros y, sobre todo el entrenador (Kevin McHale), le avisó lo difícil que era defender a Kobe para un rookie, sobre todo en términos mentales y en un partido en el Staples Center. “Habrá mucho show, celebridades en primera fila y él estará ofendido porque lo vas a marcar vos. Puede ser que te hable y quiera meterse en tu cabeza, me avisó. Cuando comenzó el partido vi a todos los famosos, esto y el otro, y ya estaba distraído. Cuando comenzó el último cuarto, Kobe se acercó y me dijo ‘¿se quedan esta noche en la ciudad?’. Yo miré para todos lados, sobre todo a McHale, y cuando no me vio, le dije que sí. Entonces me dijo ‘te voy a pasar un número para que tengas todo arreglado en algún lugar para esta noche’. Yo me sonreí y le dije ‘sí, sí, claro, sé lo que estás tratando de hacer’. Vi entonces que McHale me está mirando, como diciendo ‘no hables con ese hijo de puta’ y el juego siguió. Kobe metió más de 40 y perdimos, recuerdo”, arrancó con el relato.
“Después del juego, yo estaba con los veteranos del equipo debatiendo dónde ir, cuando recibí un mensaje de texto que decía ‘está todo arreglado en Supper Club. Firmado: Mamba’. Lo primero que pensé fue ‘imposible, alguien me está cargando’. Le pregunté a un compañero y le respondía, preguntando si él venía. Me dijo que no podía, pero me aclaró que estaba todo listo y que, cualquier cosa más, le avisara. Fue cuando tomé coraje y conté en la mesa lo de la invitación… Terminamos yendo todos, pasamos la mejor noche, la más loca, en un lugar increíble, donde las mesas son camas de dos metros…”, continuó, aunque dejando abierta la historia para un final épico. “Eran las dos de mañana cuando veo a la camarera viniendo directo hacia mí con lo que sabía era la cuenta. Estaba con todos veteranos millonarios pero venía hacia mí y yo estaba transpirando, pensando de cuándo será la suma que gastamos. La abrí y decía 22.000 dólares. En ese momento me sentí mal, casi descompuesto. Dije ‘esto no puedo, la tarjeta me la rechazarán’. Entonces la persona me pasó una lapicera y me dijo ‘firme, por favor, por el señor Bryant’. Yo, imagínate, no lo podía creer: Kobe estaba pagando la cuenta de un club nocturno a jugadores rivales y yo firmando por él. Fue una locura, pensé ‘este tipo es increíble, tal vez lo haga con todos’” Recuerdo que le saqué una foto a la cuenta y aún lo guardo”, completó.
Así era con todos y no sólo con los famosos o más conocidos. Era capaz de tener este tipo de atenciones con personas que veía por primera vez. Como le pasó a Sergio Hernández, cuando dirigía a la Selección argentina. “En 2007, en el Preolímpico de Las Vegas, jugamos la final contra Estados Unidos. Perdimos y en la conferencia de prensa me encuentro con Kobe. Y él era un chico siempre curioso, que quería conocer a todo el mundo, saber de sus vidas. Entonces me pregunta por la mía… Le dije que tenía dos gemelos de 13 años, que juegan al básquet y son fanas tuyo… Nos fuimos y un año después, un par de días antes de cruzarnos en semifinales, en Beijing, me pregunta “¿coach, puedo enviarles algo a sus hijos?”. Lo cierto es que jugamos el partido, yo volví al vestuario casi una hora después y, cuando llegó, quedaba sólo Nocioni, que me dice ‘Sergio, entró Kobe, buscándote y como no te encontró, dejó esto para vos’. Eran las zapatillas con las que había jugado el partido, firmadas… Lo había visto una sola vez y, un año después, él se acuerda y tuvo ese gesto. No tuve ídolos, la verdad, pero lo más parecido a eso fue este tipo”, relató Oveja.
Con información de Efe e Infobae.