Si de inicio tomamos en cuenta, que el principio de acción y reacción que corresponde a la tercera ley de Newton afirma que: “Todo cuerpo A que ejerce una fuerza sobre un cuerpo B experimenta una fuerza de igual intensidad en la misma dirección pero en sentido opuesto”, entonces entenderíamos que la mayor parte de las veces en la naturaleza las fuerzas no se presentan solas, sino en pares como sucede con las fuerzas de acción y reacción. Estas fuerzas las ejercen todos los cuerpos que están en contacto con otro.
Son muchos los ejemplos que permiten ilustrar esta ley, y así como la propulsión de los cohetes es sin duda una de las aplicaciones más conocidas, tenemos desde diversas disciplinas, la reciprocidad equilibrada como fundamental en las relaciones interpersonales. Y dentro de la interdependencia adaptativa, incluimos el dar y recibir. Es sin duda alguna, una ley de causa-efecto, que manifiesta un principio de reciprocidad impersonal, de forma que lo que hacemos tiene una contrapartida en lo que recibimos, y así, un continuo balance de la experiencia, de forma que pasado, presente y futuro tendrían un sentido desde una perspectiva más amplia.
De manera que toda causa genera algún efecto, porque estos postulados en el medio natural son de aplicación a procesos físicos y mecánicos. Pero en el medio social también ocurre algo parecido. El ser humano con su acción sobre otro provoca una reacción, lo que se conoce como conducta reactiva. Si la acción lleva implícito un carácter positivo, pues la conducta reactiva puede ser positiva en un alto nivel de probabilidades. Pero si lleva implícito un gesto con carácter negativo, también con un alto nivel de certeza se puede esperar una conducta reactiva que lleve implícito un gesto con carácter negativo.
Algunas veces no lo percibimos de inmediato, o incluso podemos no relacionarlo con aquello que lo originó, pero así como la ley de la gravedad opera en todo momento sin importar quienes seamos, lo que hagamos o el barrio en que vivamos, asimismo toda acción que realicemos tendrá por consecuencia una reacción.
Por lo que, toda acción humana ejercida sobre otra persona provoca una conducta reactiva, sea positiva o negativa. Así algunas acciones humanas pueden crear caldo de cultivo para la aparición de situaciones sociales conflictivas, en la medida en que determinadas condiciones dan lugar a que se repriman algunas conductas reactivas negativas.
Una ley de la vida, de la física y de todo aquello que ocurre en nuestro entorno es que cada vez que hacemos algo aparejado de ello existirá una reacción. Pensar o hacer creer a los demás de que sus actos no las tendrán es cultivar un pensamiento falaz propio de personas abusivas, poco empáticas, desconsideradas y en muchos casos incluso patológicas.
Debemos considerar como parte del aprendizaje que cada uno de nosotros vamos alcanzando en el transcurso de nuestra vida, el ser capaces de reconocer aquellas consecuencias que tendrán nuestros comportamientos y a partir de ello aprendamos a moldear y vayamos construyendo acciones más asertivas.
Propongámonos poner de nuestra parte en ser más conscientes de reconocer que cada acción tiene una reacción, y esto es una fuente de aprendizaje permanente, así como también un llamado a la responsabilidad frente a lo que realizamos u omitimos, pues nada de lo que hacemos es inocuo y debe ser nuestro compromiso el proponernos ser mejores personas, esa alarma que nos recuerde el llamado a hacer que nuestras acciones brinden siempre las mejores reacciones.