El huracán Fiona le ha levantado el refajo al Este para visibilizar la pobreza, las desigualdades y las condiciones materiales de existencia en que viven miles de dominicanos, cercano al desarrollo y al crecimiento del turismo. Los vientos lentos y las lluvias recurrentes de Fiona impactaron a los más vulnerables, como siempre; cientos sin techos, sin energía eléctrica, agua potable, sin viviendas, ni documentos, etc. todo lo construido por décadas en una noche con Fiona se fue todo a “pique”.
Las cañadas y ríos desbordados, árboles caídos, casas hasta el techo de agua, neveras y colchones nadando, las personas agonizando toda la noche para salvarse y salvar lo poco que habían almacenado.
El drama en el Este y Samaná ha sido sufrible, penoso, trágico y traumático para los marginados, los excluidos y los de pobreza crítica que viven asignados y con servicios deficientes.
El cambio climático, el calentamiento global, la desforestación y la ocupación de terrenos que no están en las mejores áreas para viviendas, favorecen los riesgos y vulnerabilidades.
Los terremotos, huracanes e incendios, siempre afectan a las personas más vulnerables y que se encuentran en áreas más riesgosas, ya sea por la estructura, el lugar y la disponibilidad de los servicios.
El Este, Samaná y otros lugares del país están en emergencia, o sea en S.O.S; necesitan el acompañamiento de todos. La solidaridad y el altruismo debe ser del Estado, de las iglesias, universidades, empresas, hoteles, compañías y ciudadanos.
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Las empresas de hotelerías deben demostrar la solidaridad con sus empleados y comunidades que han perdido electrodomésticos, casas, alimentos y ropas.
Todos estamos comprometidos con el dolor, el sufrimiento y la desesperanza de las víctimas de Fiona.
La solidaridad es ponerse en lugar del otro; padecer y comprender su agonía y necesidad
El mundo ha construido la proliferación de la insensibilidad, el individualismo, el yoísmo, el narcisismo y el consumo. Pero la solidaridad esta defendida por sentimientos y valores que se expresan por la compasión, la benevolencia, el compromiso y la fraternidad con el otro que, al final es con uno mismo. Es de ahí que la solidaridad transciende, como expresión humana, espiritual y moral.
Hoy por el Este, por Samaná; ayer fue por el Sur, con David y la tormenta Federico. A todos nos ha tocado y nos tocará acompañarnos; juntarnos frente al dolor, la ansiedad, la angustia e impotencia. El alimento, el agua, el abrigo, la mirada, la mano, el gesto de solidaridad debe sentirse ahora, en el medio de la agonía, de la desesperación y la confusión.
La mejor forma de saber que transcendemos como país, como sociedad y ciudadanía es, expresando la solidaridad, con el afecto, el abrazo, la mano amiga, el agua, el alimento, el electrodoméstico, el dinero y la medicina.
Son tiempos para desprenderse de algo, para hacerlo extensivo al otro, para romper con la pertenencia, el individualismo, la acumulación y la opulencia. La solidaridad es más que una ayuda material; quizás es una acción que expresa la condición espiritual y moral del que lo practica, desde la carencia hasta la opulencia.
Siempre la vida enseña el camino para dejar constancia, testimonio o aprendizaje de la solidaridad. Por eso la solidaridad es moral, es ética, es humana, es espiritual, y transcendente. Volquémonos hacia el Este y Samaná en solidaridad y en acompañamiento.