Si desde el Ministerio Público se advierte que las investigaciones que realiza sobre las estructuras criminales Macro Mafia y No Limited Soldiers “traerán algunas sorpresas” habrá que creérselo, pero lo que no ha sorprendido es que sus miembros residentes aquí, calificados por el Reino de los Países Bajos como “tres peligrosos fugitivos”, se daban la gran vida delante de todo el mundo sin que llamara la atención de ninguna autoridad la naturaleza de sus actividades.
Tampoco ha sorprendido que Dennis Goeede, uno de los apresados, fue condenado a ocho años de prisión en el 2017 luego de ser apresado con cocaína, pero solo “cumplió” cuatro gracias al acuerdo al que arribó con la Fiscalía del Distrito Nacional. Y si nada de eso sorprende es porque ya lo vivimos antes, lo que nos remite a los casos del empresario español Arturo del Tiempo, quien se codeó con nuestro jet-set y hasta se fotografió con un Presidente de la República, y el de José David Figueroa Agosto, quien vivió entre nosotros durante diez años bajo una identidad falsa dándose una vida de lujos que nadie se molestó en indagar, y el carnet del DNI que se le ocupó cuando se descubrió su verdadera identidad y se armó el escándalo explica claramente porqué.
Puede leer: De bonos y habichuelas con dulce
Por eso se entiende la advertencia del obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Santiago, monseñor Tomás Morel Diplán, de que República Dominicana se puede convertir en un paraíso para delincuentes y sicarios internacionales.
Pero en la medida en que se van conociendo informaciones y detalles sobre la forma en que esos “tres peligrosos fugitivos” vivían aquí, así como la facilidad conque lograron negociar acuerdos para obtener su libertad, crece el convencimiento de que ese llamado de advertencia llega demasiado tarde.
Y es que todas las evidencias indican que este país no solo es un paraíso de sol y playas esplendorosas para solaz de los turistas que nos visitan, sino también un refugio acogedor y hospitalario para la delincuencia internacional.