El disparo está por sonar, ya todos están posicionados en las filas que les da la acreditación para decir que ellos van a terminar con la pobreza, con la inseguridad ciudadana y con el caos. Los intereses ocultos se comienzan a mover en forma de un juego de ajedrez, quien pueda arrastrar más será el ganador. El pueblo está a la expectativa, muchas conjeturas se están entrelazando como resultado de una acción incierta y oscura. Una cosa nos queda decir: Agarrémonos, estamos en política.
El ambiente opaco que emana de las estructuras partidarias pare una vacilación y una conducta clientelista, es como si ese clima tóxico fuera un carnaval representado con uniformes repletos de cuernos, de espejos, de colores extravagantes, música desordenada y estridente que proyectan la realidad sistémica y conductual de aquellos que desnaturalizan el ejercicio que ayuda a la administración del Estado dominicano – La Polis. Y no solo estoy hablando del político que hace la función de colador y de árbitro, aquellos que inclinan la balanza hacia el lado de la mediocridad, también nos referimos a una gran parte del pueblo dominicano que se aprovecha del desorden institucional, creando un baile simbiótico que se convierte en un parasitismo enfocado en el yo y solamente en el yo. Por eso vuelvo a decir: Agarrémonos, estamos en política.
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El pueblo aplaude desde las escalinatas, vociferando de todo y con todos, levantando las manos, bailando, llorando, y embriagándose de forma desenfrenada, es como si quisieran olvidar la esencia y la realidad última de la política, aquella verdad que se oculta en el rincón de la moral de cada ciudadano, recordándonos el bien y la equidad que debe generar el accionar político. Aplauden sin saber qué están aplaudiendo, marchan sin saber en qué causa están, votan cada cuatro años sin saber su destino, entregan sus vidas como si fuera una guerra santa o como un tipo de yihad para expandir su territorio político pero no para mejorar la calidad humana de sus familiares. El pueblo no entiende o nunca ha entendido que cada acción de origen político debe generar bienestar social y no pobreza o muerte. Lo que siempre hemos visto son aplausos que se generan en el espacio y cada uno de ellos se adhieren y se suman a la precariedad que hemos arrastrado desde nuestra fundación como nación y Estado dominicano. Por eso recomiendo estar bien alerta y decir juntos: Agarrémonos, estamos en política.
Ya el disparo sonó, los empleados públicos están alerta, el pueblo estará muy pronto haciendo una transición del carnaval folclórico celebrado en el mes de febrero a otro carnaval que incide transversalmente en los tuétanos del dominicano, me refiero a la política; ya podemos sentir las llamadas, los abrazos, las sonrisas, los análisis y argumentos, las zancadillas y la ofertas informales de los que se creen ganadores. Antes de dejar mi teclado y mi cerebro en reposo, me gustaría motivar a cada persona que lea este artículo o reflexión a tomar pasos intencionales, posiciones que sumen y ayuden a la construcción de una conciencia donde se implemente una participación ciudadana para levantar y crear una herramienta que sirva para modificar lentamente pero de forma persistente el sistema político que hasta hoy hemos conocido; y así, pasar del clientelismo, del populismo, del tigueraje, del emocionalismo, a una postura seria y sólida que genere una cultura en nosotros de responsabilidad social y de rechazo a cualquier acción que afecte la ética de la democracia y los intereses del pueblo dominicano. Debemos de cuidarnos de no caer en una carrera sin sentido; por eso digo: Agarrémonos, estamos en política.