A Jacques Viau
Por: Jeannette Miller
Al recordarte me siento un poco extraña, como si fuera la distancia
esta necesaria ausencia de figuras y gestos,
esto que a veces dudo preguntándome
si sería igual contigo respirando,
criticando mis versos y mis gestos.
Estás aquí,
tan acostumbrada estoy que ni te siento.
Es como cuando me sorprendo por mi piel,
esas líneas del rostro
que irán profundizando hasta cambiarme.
Tan acostumbrada estoy,
que tengo que repasar los poemas que te hicieron
para poder llorarte.
Cuando narran tus proezas, las que nunca viví,
me siento tan dolida,
separada por hechos
que me niego a situar entre nosotros,
entre tu caliente corazón y mis palabras,
entre tu insólita partida
y mi nicho lleno de recuerdos.
Sólo como bueno, amigo del amor,
hermano tibio,
te mantengo.
Sólo como eso que no tendré de nuevo.
Recuerdo la primera vez que te vi con tus poemas,
de inmediato rechacé uno más
para mi grupo estrecho.
Pero tú doblegaste mi gesto
y fuiste mi corazón amontonado.
Ahora te coloco como lo mejor del mundo,
sigo la vieja tradición de los lamentos tardíos.
Quizás porque te has vuelto muerte
corroboras tanto mis ideas,
te deslizas con soplos de resina
impidiendo que me olvide de lo bello,
del día,
de los hombres,
de las voces que como tú
cantan al oído.
No creo que te amara como a hombre,
pero sí como al soporte donde clavaría mis despojos.
Y aquí estoy,
refinada en la venganza.
Ya no lloro,
devuelvo pensadamente cada aguja de injusticia,
procuro duplicarla,
extenderla,
alargarla hasta el escarnio.
Por eso leo a veces tus poemas,
los tuyos,
no los que te escribieron,
tratando de situarte de nuevo en mi costado,
obligándome a considerar
tu persistente afecto y tu cariño.
Jeannette Miller. Del libro de poemas Polvo eres, 2013