Altagracia Ortiz 
Las enfermedades cardiovasculares, lideradas por el infarto agudo de miocardio, avanzan como el principal verdugo de la población adulta, desatan una ola de mortalidad que crece de manera alarmante en países de economías emergentes como República Dominicana.
Décadas de estudios han confirmado que la reperfusión temprana es un arma crucial para frenar la muerte y la discapacidad, ya sea a través de la trombolisis (terapia anticoagulante) o la angioplatía (apertura mecánica). En estos momentos hay una discusión entre profesionales de la salud, unos priorizan la angioplatía, otros abogan por el uso de monolítico.
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Opción superior
Sin embargo, la angioplastía reina como la opción superior, siempre que la arteria sea abierta en un plazo crítico de 120 minutos desde los primeros síntomas, asegura el especialista en hemodinamia Pedro Ureña.
“Si este límite se excede, la trombosis emerge como el salvavidas inmediato”.
Tras la trombosis, un cateterismo diagnóstico-terapéutico es esencial, porque reduce de manera drástica los reinfartos y consolida una esperanza tangible de supervivencia.
Desprotegida
República Dominicana a penas tiene 28 salas de hemodinamia repartidas en solo cinco provincias, la mayoría de la población queda atrapada lejos de una reperfusión mecánica oportuna.
La ausencia de un sistema de traslado eficiente y las grietas en la cobertura del sistema de seguridad social agravan esta crisis silenciosa. Es imperativo un sistema nacional “Código Infarto” que garantice trombolisis temprana en centros sin hemodinamia, salva vidas donde el tiempo es el enemigo. La Sociedad de Cardiología Intervencionista y la de Cardiología alzan la voz y convocan a un diálogo urgente.
