Restauró el Alcázar de Colón entre el 1955 y 1957.
Durante la celebración de la Feria de la Paz, Trujillo entendió la importancia de restaurar las edificaciones del periodo colonial para incentivar el turismo que se iniciaba después de la Segunda Guerra Mundial, al dictador se le indicó el experto arquitecto restaurador Javier Barroso. En 1936 Barroso había restaurado la Colegiada de San Isidro, completando sus torres, en Madrid.
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George Latour Heinsen (GLH). Arquitecto Barroso, ¿Cómo podría definir su trabajo de intervención para la recuperación del Palacio Virreinal – Alcázar de Colón?
Javier Barroso (JB). Digamos que se trata de una “recuperación” de un inmueble por muchos años abandonado, pero también puede emplearse la expresión “reconstruir” filológicamente, cuando disponemos de unos datos parciales que permiten deducir lógicamente los que faltan, con la seguridad plena de que estamos en condiciones de recrear el conjunto con toda exactitud. Y es curioso comprobar cómo el Palacio del Almirante aparece reproducido con equivocaciones garrafales en grabados antiguos que fueron realizados cuando los restos se encontraban más completos que en la actualidad. De las fachadas faltan hoy solo algunos detalles, que deberán ser inventados con fidelidad a su época. Los grabados aludidos no pueden inspirar confianza. De ellos aparece la fachada oeste con tres arcos solamente, cuando es evidente que fueron cinco. Este error gráfico que afecta la composición de porches y galerías hace pensar en la fantasía del dibujante que, o bien operó sobre un recuerdo lejano y borroso, o bien recibió inexactas referencias de segunda mano. Cualquiera de ambas posibilidades nos lleva a la conclusión que esos documentos son inaprovechables en cuanto se refiere a la autenticidad y fiel imagen de lo que fue el Palacio. Hay que partir de una ausencia total de datos fehacientes, salvo aquellos que nos proporcionan los mismos restos arquitectónicos. Esta ausencia tiene una explicación en el hecho de que el Palacio se construyó a expensas exclusivas de Don Diego Colón, es decir, sin pasar por la Administración del Estado. En el Archivo General de Indias (Audiencia de Santo Domingo) no existe a este respecto otro documento que el plano ya conocido y no muy exacto, que se trazó con motivo de un proyecto para aprovechar las ruinas como base de una Cárcel Real, lo que afortunadamente no se llevó a cabo, pues de haberse cumplido aquella aspiración no contaríamos hoy con unos restos que, aunque relativamente reducidos, conservan su primitiva pureza y han de servirnos como brújula orientadora, sin las extrañas influencias que reconstrucciones y modificaciones torpes que ha sufrido el edificio original y que inducen frecuentemente a la confusión y hacen de las tareas de restauración, al encanto primitivo de los monumentos, un verdadero problema deductivo.
(GLH). Arquitecto Barroso, Usted tiene una manera muy particular de expresarse. ¿Qué criterio adoptó para la toma de decisiones y cuáles inconvenientes encontró en el camino?
(JB). El aspecto que ofrece mayores dificultades al restaurador es el de elegir las soluciones entre las varias posibles, guiado siempre por el objetivo esencial de aproximarse, incluso en el detalle, a lo que fue el Palacio en los días en que una esposa torturada por sus pensamientos se apoyaba en la balaustra del Palacio para otear el horizonte por donde había de venir don Diego Colón, que al fin no regresó nunca más. Esas balaustras han desaparecido totalmente. En los grabados que ya mencionamos, se registran disparidades de interpretación que nos hacen sospechar que ya no existían cuando los dibujantes reconstruyeron el Palacio, o bien, dichos artistas dejaron volar la imaginación a su libre albedrio. Solo contamos con un trozo del pasamanos adosado a las columnas de arranque de la galería alta, y en ella está claramente definida su modulación; el resto se ha reconstruido en pleno respeto a la época y en perfecta armonía respecto a la arquitectura del Palacio.
(GLH). Arquitecto Barroso. ¿Y entonces?
(JB). La solución adoptada es sencilla, muy propia de la época y perfectamente acorde con la finura de líneas de la mansión, y con el concepto que los autores tuvieron al proyectarlo y al construirlo. De la coronación (parte superior del edificio) no existen elementos concretos de juicios. Por eso hemos recurrido a una fórmula que esté conforme con las utilizadas frecuentemente en aquellos tiempos y de la que hay numerosos antecedentes en España. Del acierto de esta elección nos dará una idea clara del aspecto delicado que presenta el conjunto y que resulta especialmente apreciable en las dos fachadas principales, donde se funden con la ligereza la elegancia de los porches y la nota severa de los arquillos.
(GLH). Arquitecto Barroso. ¿Qué nos cuenta de los habitantes del Palacio?
(JB). Don Diego Colón fue paje del príncipe Don Juan. Casó con Doña María de Toledo, de la Casa de Alba. Doña María, toda su existencia, hasta el momento de venir a estas tierras, la transcurrió en un ambiente aristocrático y señoril que sin duda tuvo su parte de influencia en la concepción de su residencia, la reconstrucción del Palacio nos permitirá descubrirlas e identificarlas, características de muchas de las casas solariegas que en España dan testimonio de estirpes ilustres, en el agro y en las ciudades. No vino Don Diego con el título de Virrey sino de Comendador, pero la realidad es que aquí se le llamó Virrey, y a Doña María, su esposa, Virreina. Había muchas y poderosas razones para ello, andando el tiempo, le fue reconocido por las posiciones legales. Llegó Don Diego acompañado de una corte no muy numerosa, pero sí escogida, con caballeros y damas que habían de echar raíces en esta tierra perpetuando sus apellidos en muchos de los dominicanos que hoy tienen a gala y orgullo su ascendencia española. Vinieron también doncellas que aquí casaron con hacendados y dieron así un nuevo vigor a los lazos indestructibles que entre España y La Española fueron al correr de los siglos una de esas constantes históricas que el Generalísimo Trujillo proclamó en una labor política que le acredita como uno de los grandes estadistas de esta época. Quiso Don Diego Colón que su residencia tuviese el rango arquitectónico debido, consiguiéndolo plenamente pese a las limitaciones de los elementos y materiales de que podía disponer. Lo prueban ampliamente estos planos donde la residencia de Don Diego adquiere su pleno carácter: un Palacio que, junto a la severidad que conviene a todo edificio destinado a representación oficial, une el perfil amable de una residencia privada, de un hogar. Palacio para gobernar y dictar las sabias disposiciones que intentaba la protección del humilde frente al poderoso, pero también casa de habitación, casa de amor, sede fundacional de una familia. No se explica cómo en aquellos revueltos tiempos pudo la envidia o el rencor atribuir a Don Diego el propósito de construir una fortaleza desde donde pudiera hacer resistencia a su rey. Nada más lejos de la realidad, la Casa de Colón, tal como ahora vamos a reconstruirla, dista mucho de tener el aspecto sombrío o arrogante de los castillos levantados para proteger señorías o evitar invasiones. Pero la acusación existió y sin duda alguna fue fruto de las envidias, que en épocas de comunicación lentas y arriesgadas tenían en el ánimo de los señores ancho campo de acción, teniendo presente que la comprobación de la verdad a través de los mares era siempre tarea de larga duración. Las sospechas crecían libremente hasta que se podía obtener el testimonio contrario. Miguel de Pasamonte y sus partidarios formaron contra Don Diego Colón un frente cerrado y tenaz que causó los varios viajes del hijo del Almirante a la lejana España para justificarse. Pero, como el argumento de que Don Diego había construido una fortaleza, difícilmente de demostrar basándonos en la estructura arquitectónica realizada, aunque no sería de extrañar que algunos de los elementos corrientes en las obras militares de aquel tiempo hubieran sido trasladados al Palacio. Y nos hace abundar en esta suposición el hecho que los grabados a que nos hemos referido anteriormente registraban, en efecto, la presencia de arquillos sobre ménsulas en la coronación del edificio, aquellos que son característicos bajo las almenas de los castillos y que probablemente existían, al menos en parte, al ser realizados los dibujos. Por lo demás se trata de un tema perfectamente aplicable a la mansión y que no desdice en modo alguno de sus líneas palaciegas. No podemos decir lo mismo de los matacanes que figuran en los grabados. Por la altura que debían descender, algún signo de ellos debería existir, pero no se encuentra menor rastro.
(GLH). Arquitecto Barroso, para entender lo que Usted indica hay que tener conocimiento de los hechos, aun así, me parece interesante esta increíble entrevista donde Usted, en 1955, responde a nosotros que estamos en 2024. Seguiremos analizando su proyecto de reconstrucción del Alcázar de Colón en próximas publicaciones.
(JB). Vale.